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Mente, Cáracter y Personalidad 2
La ansiedad produce enfermedad
—Cuando el mal quedó sub-
sanado, podemos con fe tranquila presentar a Dios las necesidades
del enfermo, según lo indique el Espíritu Santo. Dios conoce a cada
cual por nombre y cuida de él como si no hubiera nadie más en el
mundo por quien entregara a su Hijo amado. Siendo el amor de Dios
tan grande y tan infalible, debe alentarse al enfermo a que confíe en
Dios y tenga ánimo. La congoja acerca de sí mismos los debilita y
enferma. Si los enfermos resuelven sobreponerse a la depresión y
la melancolía, tendrán mejores perspectivas de sanar; pues “el ojo
de Jehová está sobre los que le temen, sobre los que esperan en su
misericordia”.
Salmos 33:18 (VM)
.—
El Ministerio de Curación,
174, 175 (1905)
.
No se preocupe más (consejo a una amiga que estaba por
morir)
—Me preocupo constantemente por su caso, y me aflige que
tenga pensamientos perturbadores. Quisiera reconfortarla si eso
estuviera a mi alcance. ¿No ha sido Jesús, el precioso Salvador,
tantas veces de ayuda en momentos de necesidad? No contriste al
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Espíritu Santo, sino que deje de preocuparse. Esto es lo que usted ha
dicho muchas veces a otros. Permita que la consuelen las palabras
de los que no están enfermos como usted lo está. Mi oración es que
el Señor la ayude.—
Mensajes Selectos 2:290 (1904)
.
Al preocuparnos nos alejamos de los brazos de Jesús
—Si
educamos nuestras almas para que tengan más fe, más amor, mayor
paciencia, una confianza más perfecta en nuestro Padre celestial, ten-
dremos más paz y felicidad a medida que enfrentemos los conflictos
de esta vida. El Señor no se agrada de que nos irritemos y preocupe-
mos, lejos de los brazos de Jesús. El es la única fuente de toda gracia,
el cumplimiento de cada promesa, la realización de toda bendición...
Si no fuera por Jesús, nuestro peregrinaje realmente sería solitario.
El nos dice: “No os dejaré huérfanos”.
Juan 14:18
. Apreciemos estas
palabras, creamos en sus promesas, repitámoslas cada día, medite-
mos en ellas durante la noche y seamos felices.—
Nuestra Elavada
Vocacion, 122 (1893)
.
Descansemos en el amor de Cristo
—Apartémonos de las en-
crucijadas polvorientas y calurosas que frecuenta la multitud y va-
yamos a descansar a la sombra del amor del Salvador. Allí es donde
obtendremos fuerza para continuar la lucha; allí es donde apren-
deremos a reducir nuestros afanes y a loar a Dios. Aprendan de