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La preocupación y la ansiedad
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Jesús una lección de calma confiada aquellos que están trabajados y
cargados. Deben sentarse a su sombra si quieren recibir de él paz y
reposo.—
Joyas de los Testimonios 3:109 (1902)
.
La responsabilidad de Dios y la nuestra
—Cuando nosotros
mismos nos encargamos de manejar las cosas que nos conciernen,
confiando en nuestra propia sabiduría para salir airosos, asumimos
una carga que él no nos ha dado, y tratamos de llevarla sin su ayuda.
Nos imponemos la responsabilidad que pertenece a Dios y así nos
colocamos en su lugar. Con razón podemos entonces sentir ansiedad
y esperar peligros y pérdidas, que seguramente nos sobrevendrán.
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Cuando creamos realmente que Dios nos ama y quiere ayudarnos,
dejaremos de acongojarnos por el futuro. Confiaremos en Dios así
como un niño confía en un padre amante. Entonces desaparecerán
todos nuestros tormentos y dificultades; porque nuestra voluntad
quedará absorbida por la voluntad de Dios.—
El Discurso Maestro
de Jesucristo, 85 (1896)
.
Cuidado y ansiedad pedidos en préstamo
—Hay seguridad
cuando se confía en Dios continuamente; no existirá un temor cons-
tante de males futuros. Estos cuidados y ansiedades prestados des-
aparecerán. Tenemos un Padre celestial que se preocupa por sus
hijos, y quiere que su gracia sea suficiente en todo momento de
necesidad, y así lo hace.—
Testimonies for the Church 2:72 (1868)
.
Dejemos el futuro en las manos de Dios
—Aunque se suplan
sus necesidades presentes, muchos se niegan a confiar en Dios para
el futuro, y viven en constante ansiedad por el temor de que los
alcance la pobreza, y de que sus hijos tengan que sufrir a causa de
ellos. Algunos están siempre én espera del mal, o agrandan de tal
manera las dificultades reales, que sus ojos se incapacitan para ver
las muchas bendiciones que demandan su gratitud. Los obstáculos
que encuentran, en vez de guiarlos a buscar la ayuda de Dios, única
fuente de fortaleza, los separan de él, porque despiertan inquietud y
quejas...
Jesús es nuestro amigo; todo el cielo está interesado en nuestro
bienestar; y nuestra ansiedad y temor apesadumbran al Santo Espíritu
de Dios. No debemos abandonarnos a la ansiedad que nos irrita y
desgasta, y que en nada nos ayuda a soportar las pruebas. No debe
darse lugar a esa desconfianza en Dios que nos lleva a hacer de la
preparación para las necesidades futuras el objeto principal de la