Página 125 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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Los tres ángeles y el otro ángel
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Dios hablaron inspirados por el Espíritu Santo. Los hombres deben
estar sometidos a la influencia del Espíritu Santo a fin de comprender
las declaraciones que el Espíritu realizó mediante los profetas. Estos
mensajes fueron dados, no para los que formulaban las profecías,
sino para nosotros, que vivimos en medio de los acontecimientos
que constituyen su cumplimiento.
Siento que no podría presentar estas cosas si el Señor no me
hubiera ordenado que realizara esta tarea. Hay otros, además de
Ud., y más de uno o dos, quienes piensan tal como Ud., que tienen
una nueva luz, y están listos para presentarla al pueblo. Pero a Dios
le agradaría que ellos aceptasen la luz que ya ha sido dada, que
anduviesen en ella y que basasen su fe en las Escrituras, que han
servido de fundamento a las posiciones sostenidas por el pueblo de
Dios durante muchos años. El Evangelio eterno debe ser proclamado
por los instrumentos humanos. Debemos hacer resonar los mensajes
de los ángeles a quienes se presenta volando por en medio del cielo
y llevando las últimas amonestaciones para un mundo caído. Si
no se nos llama a profetizar, se nos invita a creer en las profecías,
y a colaborar con Dios en la tarea de llevar la luz a otras mentes.
Estamos procurando cumplir con esto.
Hermano, Ud. puede ayudarnos de muchas maneras. Pero el
Señor me ha encargado decirle que Ud. no debe estar concentrado en
sí mismo. Tenga cuidado con la forma en que escucha, comprende
y asimila la Palabra de Dios. El Señor lo bendecirá si Ud. trata
correctamente con sus hermanos. Aquellos a quienes él envió a
proclamar el mensaje del tercer ángel, han estado trabajando al
unísono con los seres celestiales. El Señor no ha puesto sobre Ud.
la tarea de proclamar un mensaje que producirá discordia en las
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filas de los creyentes. Repito que él no está guiando a nadie con su
Espíritu Santo para que forje una teoría que desbaratará la fe en los
mensajes solemnes que él ha dado a su pueblo para que los proclame
al mundo.
Le aconsejo que no considere sus escritos como una verdad pre-
ciosa. No es aconsejable que Ud. perpetúe por medio de la imprenta
aquello que le ha costado tanta ansiedad. No es la voluntad de Dios
que este asunto sea presentado a su pueblo, porque estorbará preci-
samente el mensaje de verdad que debe creer y practicar en estos
peligrosos días finales...