La iglesia triunfante
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Os escribo estas cosas, hermanos míos, aunque no todos vosotros
las comprendáis plenamente. Si no creyera que el ojo de Dios está
sobre su pueblo, no tendría el valor de escribir las mismas cosas una
vez tras otra.
Dios tiene un pueblo al que conduce e instruye.
Carta 378, 1907
,
(11 de noviembre de 1907).
Se me ha instruido que diga a los adventistas de todo el mundo
que Dios nos ha llamado como un pueblo que ha de constituir un
tesoro especial para él. El ha dispuesto que su iglesia en la tierra
permanezca perfectamente unida en el Espíritu y el consejo del
Señor de los ejércitos hasta el fin del tiempo.
Carta 54, 1908
, (21 de
enero de 1908).
En este mundo no hay ninguna cosa que sea tan cara para Dios
como su iglesia. Con cuidado celoso protege a los que le buscan.
No hay nada que ofenda tanto a Dios como los esfuerzos realizados
por los siervos de Satanás para robarle a su pueblo sus derechos. El
Señor no ha olvidado a sus hijos. Satanás señala los errores que han
cometido, y procura hacerles creer que con eso se han separado de
Dios. Los ángeles malignos procuran por todos los medios posibles
desanimar a los que luchan por obtener la victoria sobre el pecado.
Les presentan su indignidad pasada y tratan de convencerlos de que
su caso es desesperado. Pero tenemos un Redentor todopoderoso.
Cristo vino del cielo vestido con el ropaje de la humanidad para
vivir en este mundo de acuerdo con los principios de la justicia.
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Recibió poder para ministrar a todos los que lo aceptasen como su
Redentor, para socorrer a los que se arrepintiesen y convenciesen
de la pecaminosidad del pecado. “Porque no tenemos un sumo
sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino
uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin
pecado” (
Hebreos 4:15
);
Carta 136, 1910
, (26 de noviembre de
1910).
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