Página 118 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
inmediatamente, y tratar de que sus discursos terminen cuando el
interés de la gente está en su punto culminante. No deberían con-
tinuar sus esfuerzos hasta que los oyentes deseen que terminen de
hablar. La gente pierde mucho de esta tarea extra, pues a menudo
está demasiado cansada para recibir algún beneficio de lo que escu-
cha; y ¿quién puede decir cuánto pierde el ministro que trabaja de
esta manera? Al final nada se gana con este drenaje de vitalidad.
Frecuentemente la fuerza ya está agotada al comienzo de un
esfuerzo prolongado. Y en el mismo momento cuando hay tanto que
ganar o que perder, el dedicado ministro de Cristo, que tiene interés
en trabajar y deseos de hacerlo, no está en condiciones de ejercer
dominio sobre sus fuerzas. Las ha gastado en cantar, en prolongadas
oraciones y largas predicaciones, y la victoria se pierde por falta de
una tarea ferviente y bien orientada, llevada a cabo en el momento
preciso. Ese áureo momento se malogra. El interés sucitado no
fue atendido. Habría sido mejor no despertar interés alguno; porque
cuando las convicciones han sido resistidas y vencidas, es muy difícil
impresionar de nuevo la mente con la verdad.
Se me mostró que si nuestros ministros tuvieran cuidado para
conservar sus fuerzas en lugar de disiparlas innecesariamente, sus
labores juiciosas y bien dirigidas producirían más en un año que lo
que se podría conseguir con largos discursos, oraciones y cantos, que
son tan cansadores y agotadores. En este último caso con frecuencia
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la gente se ve privada de la atención que tanto necesita en el momento
preciso; porque el obrero requiere descanso, y pondrá en peligro su
salud y su vida si continúa sus esfuerzos.
Nuestros queridos Hnos. Matteson y D.T. Bourdeau se han equi-
vocado en esto, y deberían reformarse en cuanto a su manera de
trabajar. Deberían hacer discursos y oraciones cortos. Deberían ir al
punto de una vez, y suspender sus tareas antes de llegar al cansancio.
Ambos pueden hacer un bien mucho mayor si obran así, y al mismo
tiempo conservarían sus fuerzas para continuar las labores que tanto
aman, sin quebrantarse del todo.
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