Página 12 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
ver con casi cada aspecto de la experiencia personal y de los intere-
ses religiosos, y abarca desde el chisme, la indulgencia del apetito,
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y las relaciones maritales, hasta el celo equivocado, la avaricia, y el
fanatismo.
Al comienzo del período abarcado por el tomo 2, el pastor Jaime
White y su esposa se encontraban en Greenville, Míchigan, traba-
jando sólo tiempo parcial debido a la condición precaria de la salud
del pastor White. Poco después reanudaron sus actividades viajando
y teniendo reuniones con los creyentes de los estados adyacentes
a Míchigan. En noviembre de 1868 regresaron a Battle Creek para
establecer su hogar en esa ciudad.
Dos meses antes, se celebró una reunión campestre en Wright,
Míchigan, en septiembre de 1868. Dicha asamblea, la primera que
se celebraba de esta naturaleza, resultó ser una bendición tan grande
para los asistentes, que durante los años subsiguientes las reuniones
campestres llegaron a formar parte del programa regular de las
asociaciones. Invariablemente se requería la presencia de los esposos
White, de modo que en los años sucesivos ocuparon la mayor parte
de los meses del verano en asistir a estas asambleas anuales. La
última parte del tomo 2 contiene diversos consejos relacionados con
dichas asambleas.
Durante el lapso de tres años abarcados por el tomo 2, la causa
de la verdad presente experimentó un avance alentador. Después de
pasar por un período de depresión desanimadora, el Instituto de la
Salud, de Battle Creek, entraba ahora a una época de prosperidad.
A fines de 1868 los pastores J. N. Loughborough y D. T. Bourdeau
encendieron la antorcha del adventismo del séptimo día en la costa
del Pacífico. El mismo año un grupo de 50 adventistas observadores
del sábado, de Europa, entabló correspondencia con los hermanos de
la Asociación General, de Battle Creek, y al año siguiente enviaron
a un representante para que cruzara el océano con la súplica de que
se les enviaran misioneros.
Sin embargo, a la par de todas estas ganancias y movimientos de
expansión, el adversario continuaba trabajando incansablemente con
el fin de menoscabar la espiritualidad de los miembros de la iglesia,
para inducirlos a amar al mundo y sus atractivos, para colocar dentro
de la iglesia la levadura del espíritu de crítica, para cegar las fuentes
de la benevolencia, y especialmente para arrastrar a la juventud hacia