Página 132 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
ciente recompensa. Cuando estén movidos por un elevado y noble
deseo de hacer bien a otros, hallarán verdadera felicidad en el cum-
plimiento de los múltiples deberes de la vida. Esto les proporcionará
algo más que una recompensa terrenal; porque todo cumplimiento
fiel y abnegado del deber es notado por los ángeles, y resplandece
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en el registro de la vida. En el cielo nadie pensará en sí mismo, ni
buscará su propio placer; sino que todos, por amor puro y genuino,
procurarán la felicidad de los seres celestiales que los rodeen. Si
deseamos disfrutar de la sociedad celestial en la tierra renovada,
debemos ser gobernados aquí por los principios celestiales.
Cada acto de nuestra vida afecta a otros para bien o para mal.
Nuestra influencia tiende hacia arriba o hacia abajo; los demás la
sienten, obran de acuerdo con ella, y la reproducen en mayor o menor
grado. Si por nuestro ejemplo ayudamos a otros a adquirir buenos
principios, les impartimos poder de obrar el bien. A su vez, ellos ejer-
cen la misma influencia benéfica sobre otros, y así ejercemos sobre
centenares y millares de personas nuestra influencia inconsciente.
Pero, si por nuestros actos fortalecemos o ponemos en actividad las
malas facultades que poseen los que nos rodean, participamos de
su pecado, y tendremos que dar cuenta por el bien que podríamos
haberles hecho y que no les hicimos, porque no hallamos en Dios
nuestra fortaleza, nuestro guía, nuestro consejero.
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