Página 134 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
y calma que pesen las evidencias aquellos que no pueden apreciarlas
tan rápidamente como usted. Correrá el peligro de instar demasiado
a los demás para que vean enseguida como usted, y sientan todo el
celo y la necesidad de acción que usted siente. Si no se realizan sus
expectativas, habrá peligro de que usted se desanime, se inquiete y
desee un cambio.
Usted debe rehuir la disposición a censurar y abrumar a otros.
Evite todo lo que sepa a espíritu de denuncia. No agrada a Dios que
este espíritu anime a ninguno de sus siervos de larga experiencia. Es
propio de un joven, si tiene esta gracia de la humildad y el adorno
interior, que manifieste ardor y celo; pero la actitud de un joven de
pocos años de experiencia que manifiesta un celo atropellado y un
espíritu denunciador, es muy impropia y causa profundo desagrado.
Nada podría destruir tan pronto como esto su influencia. La man-
sedumbre y la amabilidad, la tolerancia y la longanimidad, el no
sentirse fácilmente provocado y el soportarlo, esperarlo y sufrirlo
todo, esas cosas son los frutos que produce el precioso árbol del
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amor, de crecimiento celestial. Este árbol, si se lo nutre, se manten-
drá siempre verde, sus ramas no caerán ni se marchitarán sus hojas.
Es inmortal, eterno, y regado de continuo por los rocíos del cielo.
El amor es poder. Este principio encierra una fuerza intelectual
y moral, que no puede separarse de él. El poder de la riqueza tiende
a corromper y destruir. El poder de la fuerza es grande para hacer
daño; pero la excelencia y el valor del amor puro consisten en su
eficiencia para hacer bien, solamente el bien. Cualquier cosa que se
haga por puro amor, por pequeña o despreciable que sea a la vista
de los hombres, es completamente fructífera; porque Dios considera
más con cuánto amor se trabajó que la cantidad lograda. El amor
es de Dios. El corazón inconverso no puede producir esta planta
cultivada por el Cielo, porque ésta vive y florece solamente donde
Cristo reina.
El amor no puede vivir sin acción, y cada acto lo aumenta, for-
talece y extiende. El amor alcanzará la victoria donde la discusión
y la autoridad sean impotentes. El amor no obra por ganancia o
recompensa; sin embargo, Dios ha manifestado que toda labor de
amor tendrá una gran ganancia como seguro resultado. Su naturaleza
es difundirse, y obrar en forma tranquila, aunque en su propósito
es poderoso para vencer grandes males. Su influencia enternece y