Página 138 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
de que algo recetado a los inválidos no era para ellos y que por lo
tanto no tenían por qué preocuparse. Lo que los demás hicieran en
la iglesia o en el mundo no tenía nada que ver con ellos; porque
-decían- ¿acaso no tenemos que seguir a Cristo? Nos ha dado la
orden de andar como él anduvo. Debemos vivir como viendo al
Invisible, y hacer de corazón lo que hacemos, como al Señor, y no a
los hombres.
Cuando tales cosas surgen, se desarrolla el carácter. El valor mo-
ral se puede evaluar ciertamente entonces. No es difícil determinar
dónde se encuentran los que profesan piedad y que sin embargo
hacen del mundo la fuente de sus placeres y su felicidad. Sus afectos
no están dirigidos hacia las cosas de arriba, sino hacia las de la
tierra, donde reina Satanás. Andan en tinieblas, y no pueden amar y
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disfrutar las cosas celestiales porque no las perciben. Están alejados
de la vida de Cristo, con el entendimiento entenebrecido. Las cosas
del Espíritu les son locura. Sus objetivos concuerdan con los del
mundo, y sus intereses y perspectivas se asimilan al mundo y a las
cosas terrenales. Si pueden seguir adelante, llevando el nombre de
cristianos, y no obstante servir a Dios y a las riquezas, se sienten
satisfechos. Pero van a ocurrir algunas cosas para revelar el corazón
de éstos que son sólo una carga y una maldición para la iglesia.
El espíritu que existe en la iglesia es de tal naturaleza que puede
apartar de Dios y de la senda de la santidad. Muchos miembros
han atribuido su condición de ceguera espiritual a la influencia que
ejercen los principios enseñados en el Sanatorio. Esto no es del todo
correcto. Si la iglesia se hubiera sometido al consejo de Dios, el
Sanatorio habría estado bajo control. La luz de la iglesia se habría
extendido hacia ese ramo de la obra, y no se habrían manifestado
allí los errores que se han cometido. Las tinieblas morales de la
iglesia ejercieron una tremenda influencia para producir las tinieblas
morales y la muerte espiritual en el Sanatorio. Si la iglesia hubiera
estado en condición saludable, habría podido enviar una corriente
vitalizadora y de salud a este brazo del cuerpo. Pero la iglesia estaba
enferma y no gozaba del favor de Dios ni de la luz de su rostro. Una
influencia enfermiza y mortal circuló por todo el cuerpo viviente,
hasta que la enfermedad resultó evidente en todo lugar.
El querido Hno. D no ha comprendido la condición de su propio
corazón. El egoísmo ha encontrado alojamiento allí, y la paz, la