Página 150 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
Necesita convertirse a la obra de Dios. Necesita sabiduría y juicio
para aplicarse a ella y orientar sus labores. Estas no son solicitadas
por las iglesias. Debería ir a otros lugares para someter a prueba
su vocación. Vaya con la disposición de trabajar para convertir
almas a la verdad. Si se da cuenta del valor de las almas, la menor
manifestación de interés regocijará su corazón, y perseverará aunque
tuviera que trabajar y cansarse en el esfuerzo. Después de haber
presentado el tema de la verdad, no abandone el lugar mientras haya
la menor manifestación de interés. ¿Espera cosechar sin trabajar?
¿Cree usted que Satanás está dispuesto a permitir que sus súbditos
pasen sin más ni más de sus filas a las de Cristo? Hará todo lo
posible para mantenerlos aherrojados con cadenas de tinieblas y
bajo su negro estandarte. ¿Cómo espera usted ganar la victoria en la
ganancia de almas sin hacer esfuerzos fervientes, cuando tiene que
enfrentar y combatir a semejante enemigo?
Tiene que tener más valor, más celo, y hacer mayores esfuer-
zos, o tendrá que llegar a la conclusión de que se ha equivocado
de vocación. Un ministro que se desanima fácilmente perjudica la
causa que desea promover, y comete una injusticia contra sí mismo.
Todos los que profesan ser ministros de Cristo deberían aprender
sabiduría al estudiar la historia del Hombre de Nazaret, y también la
de Martín Lutero y las vidas de otros reformadores. Sus tareas eran
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arduas, pero soportaron dificultades como fieles soldados de la cruz
de Cristo. No debería esquivar las responsabilidades. Con humildad,
debería estar dispuesto a recibir consejo e instrucción. Después de
recibir consejo de los sabios y juiciosos, queda todavía un Consejero
cuya sabiduría es infalible. No deje de presentarle su caso y suplicar
su dirección. Ha prometido que si usted le falta sabiduría y se la
pide, se la dará generosamente y sin regatear. La obra sagrada y
solemne en que estamos empeñados requiere hombres plenamente
convertidos, de todo corazón, cuyas vidas estén entretejidas con la
de Cristo. Obtienen savia y alimento de la Vid viviente, y florecen
en el Señor. Aunque se dan cuenta de la magnitud de la tarea, y se
sienten inducidos a exclamar: “Para estas cosas, ¿quién es suficien-
te?” (
2 Corintios 2:16
) no esquivan los trabajos y tareas, y por lo
contrario trabajan con fervor y abnegación para salvar almas. Si los
subpastores son fieles en el cumplimiento de sus deberes, entrarán