Página 156 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

Basic HTML Version

La opresión de los asalariados
Querido Hno. J,
Un gran sentido de solemnidad se ha apoderado de mi mente
desde la visión que se me dio la tarde del viernes 12 de junio de
1868. Se me mostró que usted no se conoce a sí mismo. No se ha
[142]
reconciliado con el testimonio que se le dio referente a su caso, y
no ha hecho tampoco una cabal obra de reforma. Se me hizo notar
esta declaración de Isaías: “¿No es más bien el ayuno que yo escogí,
desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y
dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo? ¿No es
que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues
en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas
de tu hermano?”
Isaías 58:6-7
. Si usted hace estas cosas, recibirá la
bendición prometida.
Puede hacer esta pregunta: “¿Por qué... ayunamos, y no hiciste
caso; humillamos nuestras almas, y no te diste por entendido?”
vers. 3
. Dios ha dado razones para explicar por qué sus oraciones
no han recibido respuesta. Usted creyó que otros eran la causa, y
los acusó de ello. Pero vi que había suficientes razones en usted
mismo. Tiene que hacer una obra especial para poner en orden su
propio corazón. Debe comprender que esta obra tiene que comenzar
en usted mismo. Ha oprimido a los destituidos, y se ha beneficiado
aprovechándose de sus necesidades. En lo que se refiere a los medios
económicos, usted ha sido mezquino, y ha tratado injustamente a
su prójimo. No ha manifestado esa clase de actitud amable, noble
y generosa que debería caracterizar siempre la vida de un seguidor
de Cristo. Ha oprimido a sus empleados y obreros en lo que se
refiere a sus salarios. Usted vio a una mujer pobremente vestida,
trabajadora, que sabía era concienzuda y temerosa de Dios; pero se
aprovechó de ella porque podía hacerlo. Vi que el dejar de ver sus
necesidades y no comprenderlas, más el bajo salario que usted le
pagaba, todo está escrito en los Cielos como si hubiera sido hecho a
Jesús en la persona de uno de sus santos. Al hacerlo a la última de
152