Página 167 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Portadores de cargas en la iglesia
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Hnos. N: La influencia de sus amigos incrédulos los afecta más
de lo que ustedes se dan cuenta. No les proporcionan fortaleza, sino
tinieblas e incredulidad. Tienen una obra que hacer individualmente
en la viña del Señor. Han pensado y se han preocupado demasiado de
ustedes mismos. Pongan primero sus corazones en orden, y después
dedíquense a la tarea con fervor. Pregunten: “Señor, ¿qué quieres
que hagamos?” Dios quiere que lo busquen sinceramente. Los intima
a que escudriñen diligentemente el corazón, para descubrir qué les
impide dar más fruto, y qué debe permanecer allí. La razón por la
cual ustedes no poseen más del Espíritu de Dios consiste en que no
llevan con alegría la cruz de Cristo. En mi última visión observé que
estaban engañados con respecto al poder del amor a este mundo que
hay en ustedes. Los cuidados de esta vida y el engaño de las riquezas
ahogan la Palabra, y ustedes se vuelven infructuosos. Dios quiere,
que llevemos mucho fruto. No da órdenes sin proporcionar el poder
para cumplirlas. No hará la parte de la obra que nos corresponde a
nosotros, ni nos pide tampoco que hagamos la suya. Es Dios quien
obra en nosotros, pero nosotros mismos debemos procurar nuestra
salvación con temor y temblor. “La fe, si no tiene obras, es muerta
en sí misma”.
Santiago 2:17
. La fe debe ser sostenida por las obras;
los hacedores de la obra son justificados delante de Dios. Ustedes
desagradan al Señor al hablar de su pobreza, en circunstancias que
gozan de abundancia. Todo lo que poseen le pertenece, pero le ha
parecido bien nombrarlos mayordomos por cierto tiempo. Los está
sometiendo a prueba. ¿Cómo van a salir de ella? Pedirá que se le
devuelva lo suyo con usura.
Han puesto sus ojos en lo que han invertido en diferentes em-
presas, y les ha parecido que es una gran suma. Pero si hubieran
hecho mucho más que eso, si hubieran expandido su corazón, y si
sus manos hubieran dado mucho para la causa de Dios y de los
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necesitados, sólo habrían cumplido con su deber, pero habrían sido
mucho más felices. El Señor los invita a traer su ofrenda al altar, no
a acercarla solamente, sino a ponerla sobre el altar. El altar santifica
la ofrenda cuando se la pone sobre él, no antes.
Ustedes no se han separado del mundo como el Señor quisiera
que lo hicieran, pero no ven ni entienden el peligro en que están.
El amor al mundo los está desviando. Ambos necesitan beber más
de la Fuente de la verdad. A menos que cambie su condición, de