Página 211 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Los sufrimientos de Cristo
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por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo”.
Gálatas
6:14
.
Considerando a qué inmenso costo se compró nuestra redención,
¿cuál será la suerte de los que descuiden tan grande salvación? ¿Cuál
será el castigo de los que profesan seguir a Cristo, y sin embargo
no se postran en humilde obediencia a los requerimientos de su
Redentor, ni toman la cruz como humildes discípulos de Cristo para
seguirle desde el pesebre hasta el Calvario? “El que conmigo no
recoge -dice Cristo-, desparrama”.
Lucas 11:23
.
Algunos tienen opiniones limitadas acerca de la expiación. Pien-
san que Cristo sufrió tan sólo una pequeña parte de la penalidad de
la ley de Dios; suponen que, aunque el amado Hijo soportó la ira de
Dios, advertía a través de sus dolorosos sufrimientos el amor y la
aceptación del Padre; que los portales de la tumba se iluminaban de-
lante de él con radiante esperanza, y que tenía evidencias constantes
de su gloria futura. Este es un gran error. La más punzante angustia
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de Cristo provenía de que él comprendía el desagrado de su Padre.
La agonía que esto le causaba era tan intensa que el hombre puede
apreciar tan sólo débilmente.
Para muchos, la historia de la condescendencia, la humillación
y el sacrificio de nuestro Señor, no despierta interés más profundo
ni conmueve más el alma, ni afecta más la vida que la historia de
la muerte de los mártires de Jesús. Muchos sufrieron la muerte por
torturas lentas; otros murieron crucificados. ¿En qué difiere de estas
muertes la del amado Hijo de Dios? Es verdad que murió en la cruz
en forma muy cruel; sin embargo, otros por amor a él, han sufrido
iguales torturas corporales. ¿Por qué fue entoces más espantoso el
sufrimiento de Cristo que el de otras personas que entregaron su vida
por amor a él? Si los sufrimientos de Cristo consistieron solamente
en dolor físico, entonces su muerte no fue más dolorosa que la de
algunos mártires.
Pero el dolor corporal fue tan sólo una pequeña parte de la agonía
que sufrió el amado Hijo de Dios. Los pecados del mundo pesaban
sobre él, así como la sensación de la ira de su Padre, mientras sufría
la penalidad de la ley transgredida. Fue esto lo que abrumó su
alma divina. Fue el hecho de que el Padre ocultara su rostro, el
sentimiento de que su propio Padre le había abandonado, lo que le
infundió desesperación. El inocente Varón que sufría en el Calvario