Página 214 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Advertencias a la iglesia
Queridos hermanos de _____,
No os encontráis en la luz de Dios, como deberíais estarlo. Se
me señaló hacia atrás, hacia la ganancia de almas ocurrida en ____-
_ durante la primavera pasada, y se me mostró que vuestras mentes
no estaban preparadas para esa tarea. No esperabais ni creíais que
tal obra se iba a llevar a cabo entre vosotros. Pero la obra se realizó,
a pesar de vuestra incredulidad, y sin la colaboración de muchos de
vosotros.
Cuando tuvisteis suficientes evidencias de que Dios estaba es-
perando para derramar su gracia sobre su pueblo, de que la voz de
la Misericordia estaba invitando a la cruz de Cristo a los pecadores
y a los apóstatas, ¿por qué no os unisteis a los que asumieron la
responsabilidad de la obra? ¿Por qué no os pusisteis de parte del
Señor? Algunos de vosotros parecíais soñolientos, estupefactos y
asombrados, y no estabais preparados para participar plenamente en
la obra. Muchos asentían con ella, pero su corazón no estaba en ella.
Esta situación constituyó una tremenda evidencia de la tibieza de la
iglesia.
Vuestra mundanalidad no os incita a abrir de par en par la puerta
del corazón al llamado de Jesús, que está tratando de entrar. El Señor
de gloria, que os ha redimido con su propia sangre, ha esperado
junto a vuestra puerta para que lo recibáis; pero no abristeis la puerta
de par en par ni le disteis la bienvenida. Algunos abrieron un poco
la puerta, y permitieron que entrara un pequeño haz de luz de su
presencia, pero no le dieron la bienvenida al Visitante celestial. No
había lugar para Jesús. El lugar que debería haber estado reservado
para él estaba ocupado con otras cosas. Jesús os suplicó de esta
manera: “Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré
con él, y él conmigo”.
Apocalipsis 3:20
. Teníais una obra que hacer
para abrir la puerta. Por un momento os sentisteis inclinados a oír
y a abrir; pero incluso esa inclinación se disipó, y perdisteis la
oportunidad de aseguraros esa comunión con el Huésped celestial
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