Página 297 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Peligros de hablar sobre las dificultades familiares
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la tierra. Pero el amor a las mujeres fue su pecado. No dominó esa
pasión al llegar a la edad madura, y ésta fue una trampa para él. Sus
esposas lo condujeron a la idolatría, y cuando comenzó la curva
descendente de la vida, se le quitó la sabiduría que Dios le había
dado; perdió su firmeza de carácter y llegó a ser semejante a un
joven desatinado que vacila entre el bien y el mal. Al abandonar sus
principios, se introdujo en la corriente del mal, y de ese modo se
separó de Dios, el fundamento y la fuente de su fortaleza. Se apartó
de los principios. La sabiduría había sido más preciosa que el oro
de Ofir para él. Pero, por desgracia, las pasiones carnales ganaron
la victoria. Las mujeres lo engañaron y lo arruinaron. ¡Qué lección
para que nos mantengamos despiertos! ¡Qué testimonio del hecho
de que necesitamos la fortaleza de Dios hasta el mismo fin!
En la batalla contra la corrupción interna y la tentación externa,
hasta el mismo sabio y poderoso Salomón fue derrotado. No es
seguro apartarse en lo más mínimo de la más estricta integridad.
“Absteneos de toda especie de mal”.
1 Tesalonicenses 5:22
. Cuando
una mujer habla de las dificultades que hay en el seno de su familia,
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o se queja de su esposo frente a otro hombre, viola sus votos ma-
trimoniales; deshonra a su esposo y quebranta el muro erigido para
preservar la santidad de la relación matrimonial; abre la puerta de
par en par, e invita a Satanás a entrar con sus tentaciones insidio-
sas. Eso es precisamente lo que Satanás quiere. Cuando una mujer
acude a un hermano cristiano para contarle sus penas, desilusiones
y pruebas, él siempre debería aconsejarle que si tiene que confiarle
sus dificultades a alguien, elija a una hermana como confidente, para
que no haya apariencia de mal y la causa de Dios no sufra reproche.
Recuerde a Salomón. Ante muchas naciones no había otro rey
como él, amado por su Dios. Pero cayó. Fue inducido a apartarse
de Dios, y se corrompió como resultado de la complacencia de
las pasiones carnales. Este es el pecado que prevalece en nuestros
días, y su progreso da miedo. Incluso los profesos observadores del
sábado no están limpios. Hay quienes profesan creer la verdad, pero
tienen el corazón corrompido. Dios los va a someter a prueba, y su
insensatez y su pecado quedarán en evidencia. Nadie fuera de los
puros y humildes podrán estar en su presencia. “¿Quién subirá al
monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de
manos y puro de corazón; el que no ha elevado su alma a cosas vanas,