Página 335 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Un llamado a los ministros
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mientras su propia alma permanece inconmovible frente a las verda-
des que comunica a los demás, solamente hará daño. Cada esfuerzo
que lleva a cabo lo único que hace es bajar la norma.
El interés egoísta debe desaparecer consumido por una profun-
da ansiedad por la salvación de las almas. Algunos ministros han
trabajado, no porque no se atrevieran a hacer otra cosa, no porque
temieran que algo les podría ocurrir, sino por el salario que iban a
recibir. Dijo el ángel: “¿Quién también hay de vosotros que cierre
las puertas o alumbre mi altar de balde? Yo no tengo complacencia
en vosotros, dice Jehová de los ejércitos, ni de vuestra mano aceptaré
ofrenda”.
Malaquías 1:10
.
Es totalmente erróneo cobrar por cada mandado que se hace
para Dios. La tesorería del Señor ha sido agotada por quienes sólo
han sido un perjuicio para la causa. Si los ministros se entregan
plenamente a la obra de Dios, y dedican todas sus energías a edificar
su causa, nada les faltará. Con respecto a las cosas temporales, están
en mejores condiciones que su Señor, y que los discípulos que él
envió para salvar a los hombres que estaban a punto de perecer.
Nuestro gran Ejemplo, que moró en el resplandor de la gloria del
Padre, fue despreciado y rechazado por los hombres. El oprobio y la
calumnia lo siguieron. Sus discípulos escogidos eran vivos ejemplos
de la vida y la actitud de su Maestro. Se los honró con azotes y
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cárcel; y finalmente sellaron su ministerio con su sangre.
Cuando los ministros están tan interesados en la obra que la lle-
gan a amar como si formara parte de su existencia, entonces pueden
decir: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o
angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?
Como está escrito: por causa de ti somos muertos todo el tiempo;
somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas
cosas somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó.
Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni
principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo porvenir, ni lo alto, ni
lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor
de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”.
Romanos 8:35-39
.
“Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano
también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy
también participante de la gloria que será revelada: apacentad la
grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza,