Página 334 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
vida para vida; en caso contrario no están en condiciones de enseñar
el camino de la vida a los demás.
El Maestro requiere de todos sus siervos que aprovechen los
talentos que les encomendó. Pero cuánto más va a requerir de los
que pretenden conocer el camino de la vida y que han asumido la
responsabilidad de guiar a otros por él. El apóstol Pablo exhortó a
Timoteo con estas palabras: “Lo que has oído de mí ante muchos
testigos, esto encarga a hombres fieles que sean
idóneos
para enseñar
también a otros”.
2 Timoteo 2:2
.
Los gloriosos resultados logrados por el ministerio de los dis-
cípulos escogidos por Cristo, fue la consecuencia de llevar en sus
cuerpos la muerte del Señor Jesús. Algunos de los que dieron testi-
monio en favor de Cristo eran hombres sin letras e ignorantes; pero
la gracia y la verdad reinaban en sus corazones, inspirando y puri-
ficando sus vidas, y controlando sus acciones. Eran representantes
vivientes de la mente y el espíritu de Cristo. Eran epístolas vivientes,
conocidas y leídas por todos los hombres. Fueron aborrecidos y
perseguidos por todos los que recibieron la verdad que predicaban y
sin embargo despreciaron la cruz de Cristo.
Los malvados no se oponen a la forma de la piedad, ni rechazan
el ministerio popular que no les pide que lleven la cruz. El corazón
irregenerado no levantará objeciones serias contra una religión que
no tiene nada que haga temblar al trasgresor de la ley, o que induzca
al corazón y a la mente a meditar en las terribles realidades del juicio
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venidero. Es la manifestación del Espíritu y del poder de Dios lo que
suscita oposición e induce a rebelarse al corazón no regenerado. La
verdad que salva el alma no solamente debe proceder de Dios, sino
que su Espíritu debe acompañar a su comunicación a los demás; en
caso contrario, cae impotente delante de las influencias opositoras.
¡Oh, que la verdad surja de los labios de los siervos de Dios con tal
poder que se abra camino a fuego hacia los corazones de la gente!
Los ministros deben estar imbuidos del poder de lo alto. Cuando
la verdad, en su sencillez y fortaleza, tal como es en Jesús, se la pre-
senta en oposición al espíritu del mundo, condenando sus placeres
excitantes y sus encantos corruptores, se verá entonces claramente
que no hay acuerdo entre Cristo y Belial. El corazón irregenerado
no puede discernir las cosas del Espíritu de Dios. Un ministro caren-
te de consagración, que presenta la verdad sin entusiasmo alguno,