Página 342 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

Basic HTML Version

338
Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
posteridad sus propias pasiones miserables y corruptas. ¡Qué legado!
Miles arrastran sus vidas sin principios, contaminan a los que viven
con ellos; y perpetúan sus pasiones degradadas, transmitiéndolas
a sus hijos. Asumen la responsabilidad de darles la estampa de su
propio carácter.
Vuelvo al caso de los cristianos. Si todos los que profesan obe-
decer la ley de Dios estuvieran libres de iniquidad, mi alma quedaría
aliviada; pero no lo están. Aun algunos de los que profesan guar-
dar todos los mandamientos de Dios son culpables del pecado de
[316]
adulterio. ¿Qué puedo decir para despertar sus sensibilidades em-
botadas? Los principios morales, aplicados estrictamente, son la
única salvaguardia del alma. Si hubo alguna vez un tiempo en que
la alimentación debía ser de la clase más sencilla, es ahora. No debe
ponerse carne delante de nuestros hijos. Su influencia tiende a ex-
citar y fortalecer las pasiones inferiores, y tiende a amortiguar las
facultades morales. Los cereales y las frutas, preparados sin grasa y
en forma tan natural como sea posible, deben ser el alimento des-
tinado a todos aquellos que aseveran estar preparándose para ser
trasladados al Cielo. Cuanto menos excitante sea nuestra alimenta-
ción, tanto más fácil será dominar las pasiones. La complacencia
del gusto no debe ser consultada sin tener en cuenta la salud física,
intelectual o moral.
La satisfacción de las pasiones más bajas inducirá a muchos
a cerrar los ojos a la luz, porque temen ver pecados que no están
dispuestos a abandonar. Todos pueden ver si lo desean. Si prefieren
las tinieblas a la luz, su criminalidad no disminuirá por ello. ¿Por qué
no leen los hombres y mujeres y se instruyen en estas cosas que tan
decididamente afectan su fuerza física, intelectual y moral? Dios os
ha dado un tabernáculo que cuidar y conservar en la mejor condición
para su servicio y gloria. Vuestros cuerpos no os pertenecen. “¿O
ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está
en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque
comprados sois por precio: glorificad pues a Dios en vuestro cuerpo
y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”. “¿No sabéis que sois
templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si
alguno violare el templo de Dios, Dios destruirá al tal: porque el
templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es”.
1 Corintios 6:19-20;
3:16-17
.
[317]