Página 341 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Contaminación moral
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sí mismo desde su juventud, y había continuado haciéndolo durante
su matrimonio, pero dijo que procuraría librarse del vicio.
Este hombre tenía que vencer el hábito fomentado durante mucho
tiempo. Ya era hombre de edad madura. Sus principios morales eran
tan débiles, que se desmoronaban cuando tenía que luchar con un
vicio tan arraigado. Las pasiones más bajas habían adquirido gran
ascendiente sobre su naturaleza superior. Le interrogué acerca de
la reforma pro salud. Dijo que no podía vivir de acuerdo con ella.
Su esposa arrojaba de la casa la harina integral si se la traían. Sin
embargo esta familia había recibido ayuda de la iglesia. Se habían
hecho oraciones en su favor. Había muerto su hijo, la esposa estaba
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enferma, y el esposo y padre nos presentaba su caso para que lo
llevásemos a un Dios puro y santo, a fin de que realizase un milagro
y lo sanase. Las sensibilidades morales de este hombre estaban
embotadas.
Cuando los jóvenes adoptan prácticas viles mientras su espíritu
es tierno, nunca obtendrán fuerza para desarrollar plena y correcta-
mente su carácter físico, intelectual y moral. Allí había un hombre
que se degradaba diariamente, y sin embargo se atrevía a comparecer
en la presencia de Dios, para pedir renovación de la fuerza que había
despilfarrado vilmente, y que, si le era concedida, consumiría en su
concupiscencia. ¡Qué tolerancia la de Dios! Si tratase al hombre de
acuerdo con sus caminos corrompidos, ¿quién podría vivir delante de
él? Y si nosotros hubiésemos sido menos cautelosos y hubiésemos
presentado este caso a Dios, mientras practicaba la iniquidad, ¿nos
habría oído el Señor? ¿Habría contestado? “Porque tú no eres un
Dios que ame la maldad: el malo no habitará junto a ti. No estarán
los insensatos delante de tus ojos: aborreces a todos los que obran
iniquidad”. “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el
Señor no me oyera”.
Salmos 5:4-5; 66:18
.
Este no es un caso aislado. Aun las relaciones matrimoniales eran
insuficientes para preservar a este hombre de los hábitos corrompidos
de su juventud. ¡Ojalá se me pudiera convencer de que los casos
como el que presenté son raros; pero sé que son frecuentes! Los hijos
que nacen de padres dominados por pasiones corrompidas resultan
inútiles. ¿Qué puede esperarse de tales hijos, sino que se hundan aún
más bajo que sus padres? ¿Qué puede esperarse de esta generación
naciente? Miles carecen de principios. Estos mismos transmiten a su