Página 370 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
terio, que puedan compadecerse de los demás y ser profundamente
sensibles; personas que se conmuevan hondamente ante el sufri-
miento.Hay quienes después de haber fracasado en todas las otras
profesiones en la vida deciden emprender la carrera de médicos.
Toman las vidas de los hombres y mujeres en sus manos cuando no
han tenido ninguna experiencia. Leen acerca de un procedimiento
que alguien ha aplicado con éxito y lo adoptan, y luego practican
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con los que confían en ellos, y así realmente destruyen la última
chispa de vida que les quedaba; no obstante, no aprenden nada, y
en el siguiente caso se empeñan en continuar tan confiadamente
como antes, y ponen en práctica el mismo tratamiento rígido. Hay
quienes quizá tienen una constitución física lo suficientemente fuerte
como para soportar que les impongan una carga tan pesada y a pesar
de esto seguir viviendo. En estos casos los novicios se atribuyen
la gloria, cuando no se la merecen. Todo se debe a Dios y a una
constitución física fuerte.
El hermano C se ha colocado en una posición indigna al ser un
puntal para B. Ha actuado como si fuera su conciencia, y ha per-
manecido a su lado para sostenerlo y apoyarlo. Estos dos hombres
son fanáticos en cuanto a la reforma pro salud. El hermano C sabe
mucho menos de lo que cree saber. Se engaña a sí mismo. Es egoísta
y fanático al llevar adelante sus propósitos; no es influenciable. Su
voluntad no es dócil. No es una persona humilde. Un hombre así
no posee las condiciones necesarias para ser médico. Puede haber
recogido algunos conocimientos en sus lecturas, pero esto no es
suficiente. Se necesita experiencia. Nuestro pueblo es demasiado
pequeño como para ser sacrificado sin sentido y sin gloria porque
hombres de esa clase experimentan con ellos. En suma, demasiadas
personas valiosas serían sacrificadas por culpa de sus rígidos con-
ceptos y opiniones, antes que se dieran por vencidos, confesaran sus
errores, y por experiencia aprendieran sabiduría.
El hermano C es demasiado terco y obstinado, y de ningún
modo permite que se le señale. Estas características lo hacen inepto
para que Dios lo utilice en ninguna misión especial en su obra. Es
demasiado porfiado para permitir que el sacrificio de unas pocas
vidas cambie su proceder. Insistiría en mantener sus opiniones y
conceptos mucho más firmemente. Ya aprenderán estos hombres,
para su tristeza, que sería mejor para ellos prestar atención a las