Página 371 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Extremos en la reforma pro salud
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amonestaciones, y no llevar adelante sus opiniones extremas sin
tomar en cuenta los resultados. La prosperidad de la comunidad no
se verá afectada y, en general, estará más segura si estos dos hombres
encuentran otra ocupación donde su conducta no ponga en peligro
la vida y la salud de la gente.
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Es una gran responsabilidad tener en nuestras manos la vida de
un ser humano. Y es tremendo que al no darle el cuidado debido
sacrifiquemos esta preciosa vida. El caso de la familia del hermano
D es terrible. Estos hombres pueden encontrar una excusa para
su comportamiento; pero esto no evitará que la causa de Dios sea
censurada, ni devolverá a ese hijo que murió por falta de alimento.
Un poco de buen vino y comida lo hubieran levantado de su lecho de
muerte y lo hubieran devuelto a su familia. Pronto el padre también
habría sido contado entre los muertos si hubiera sufrido el mismo
tratamiento que se siguió con el hijo, pero la presencia y el consejo
oportuno de un médico del Instituto de Salud lo salvó.
Es hora de que se haga algo para evitar que los novicios se
presenten en público y aboguen por la reforma pro salud. Se puede
prescindir de sus obras y sus palabras, pues hacen más daño que
el que los hombres más sabios e inteligentes puedan contrarrestar
con su mejor influencia. Es imposible para los partidarios mejor
preparados de la reforma pro salud borrar completamente de las
mentes del público el juicio creado por la conducta errónea de los
extremistas y fundamentar correctamente el gran tema de la reforma
pro salud en la comunidad donde estos hombres han actuado. En
buena medida se ha cerrado una puerta de modo que no se puede
alcanzar a los incrédulos con la verdad presente sobre el sábado y
la pronta venida de nuestro Salvador. La gente deja de lado las más
preciosas verdades y se niega a escucharlas porque las considera sin
valor. A estos hombres se los conoce como representantes de los que
aceptaron la reforma pro salud y de los observadores del sábado en
general. Una gran responsabilidad pesa sobre los que de este modo
se han convertido en piedra de tropiezo para los incrédulos.
El hermano C necesita una conversión completa. No se observa
a sí mismo. Si tuviera menos amor propio y más humildad, su
conocimiento podría utilizarse de un modo práctico. Tiene una obra
que realizar en su favor que nadie puede hacer por él. No renuncia a
sus opiniones ni a su parecer ante ningún hombre a menos que se