Página 373 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

Basic HTML Version

Extremos en la reforma pro salud
369
Son grandes su agresividad, obstinación y amor propio. Su in-
fluencia no puede ser una bendición para ninguna iglesia hasta que
se convierta. Tiene la capacidad de ver los defectos de los demás,
y siempre objeta la conducta de este o aquel hermano si ellos no
apoyan decididamente lo que les propone; pero si alguien acepta su
propuesta, no puede ni desea ver sus errores y defectos. Esto no es
correcto. Puede estar acertado en muchos aspectos, pero no tiene
la mente de Cristo. Cuando pueda verse tal como es, y corrija sus
defectos de carácter, entonces estará en condiciones de hacer brillar
su luz delante de los hombres, para que, al ver sus buenas obras, se
sientan inclinados a glorificar a nuestro Padre que está en el Cielo.
Su luz ha brillado de tal modo que los hombres la consideraron
como si fuera oscuridad y se alejaron de ella con desagrado. Debe
morir al yo y poseer un espíritu maleable, o será abandonado en sus
propios caminos y lleno de sus propias obras.
“Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable
para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre
corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se
arrepientan para conocer la verdad”. “Que a nadie difamen, que no
sean pendencieros, sino amables, mostrando toda mansedumbre para
con todos los hombres”. “Sino santificad a Dios el Señor en vuestros
corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con
mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de
la esperanza que hay en vosotros”
2 Timoteo 2:24-25
;
Tito 3:2
;
1
Pedro 3:15
.
El hermano C quiere que su mente controle la mente de los
demás, y a menos que se le conceda este privilegio se siente descon-
forme. No es un pacificador. Se necesitan más de diez personas para
contrarrestar la confusión y la desconfianza que su comportamiento
causa en una iglesia. Su temperamento es tan particular que siempre
está señalando los defectos y las faltas de todos excepto las propias.
No mejorará hasta que aprenda la lección que debiera haber aprendi-
do hace muchos años: la humildad de mente. A su edad aprenderá la
lección pero su personalidad se verá muy afectada. Toda su vida ha
tratado de afirmarse, salvarse, preservar su propia vida; y su trabajo
ha sido siempre en vano.
[348]
Lo que el hermano C necesita es que se le quite el engañoso
barniz de sus ojos para que pueda mirar, con ojos iluminados por el