La sensualidad en los jóvenes
Queridos Hno. y Hna. E,
Desde hace algún tiempo tomo mi pluma sólo para escribir cartas
urgentes que no pueden demorarse. Por algunos meses he tenido
una carga sobre mi ánimo que casi me ha aplastado. Lo que más me
desanima es el temor de que todo lo que llegue a escribir no hará
más bien que el que hizo nuestra seria, afanosa y agotadora obra en
_____ el invierno y la primavera pasados. La opinión pesimista que
me he formado del estado de cosas en ese lugar ha silenciado mi
pluma y mi voz casi completamente. Se debilitaron mis manos y se
deprimió mi corazón al ver que no se ganó nada en el prolongado
esfuerzo que hicimos allí. Casi no tengo esperanzas de que tengan
éxito nuestros esfuerzos por despertar las conciencias del pueblo
observador del sábado para que vean la elevada posición que Dios
les manda que ocupen. No consideran los asuntos religiosos desde
un punto de vista elevado. Esta es justamente nuestra condición.
El Señor me ha dado una visión de algunas de las corrupciones
que existen en todo lugar. La maldad, el crimen y la sensualidad
existen aun en los lugares más encumbrados. Hasta en las iglesias
que profesan guardar los mandamientos de Dios hay pecadores
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hipócritas. Es el pecado, y no las pruebas ni el sufrimiento, lo que
separa a Dios de su pueblo y hace al alma incapaz de glorificarlo y
gozarse en él. Es el pecado el que está destruyendo a las almas. El
pecado y el vicio existen en las familias observadoras del sábado.
La contaminación moral ha influido más que cualquier otro mal en
la degeneración de la raza. Se práctica en una escala alarmante y
causa casi todo tipo de enfermedad. Aun hay niños muy pequeños
que, al nacer con una irritabilidad natural de los órganos sexuales,
encuentran alivio momentáneo al manosearlos, lo que sólo aumenta
la irritación, y los lleva a repetir el acto, hasta que se forma un
hábito que se desarrolla con el crecimiento. Débiles y diminutos, son
medicados y drogados; pero el mal no se erradica. Todavía existe la
causa.
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