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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
Los padres generalmente suponen que sus hijos no saben nada
acerca de este vicio. En un gran número de casos los padres son los
verdaderos pecadores. Han abusado de sus privilegios matrimoniales
y, por indulgencia, han fortalecido sus instintos animales. Y mien-
tras que éstos se fortalecían, las facultades morales e intelectuales
se debilitaban. Lo espiritual ha sido avasallado por lo animal. Los
niños nacen con las tendencias animales ampliamente desarrolladas,
habiendo recibido la impronta del carácter de sus propios padres.
La utilización antinatural de los órganos sexuales produce irritación.
Se excitan fácilmente, y se experimenta un alivio momentáneo al
manosearlos. Pero el mal aumenta constantemente. Se nota un sen-
sible desgaste del organismo. La potencia del cerebro se debilita, y
la memoria se hace deficiente. Los niños que nacen de tales padres
sentirán inclinación casi invariablemente por el repulsivo hábito de
practicar este vicio secreto. El pacto matrimonial es sagrado, pero
¡qué cantidad de lujuria y crimen cubre! Los que se sienten libres,
porque están casados, para degradar sus cuerpos por una baja com-
placencia de los instintos animales, harán que su conducta degradada
se perpetúe en sus hijos. Los pecados de los padres serán cargados
sobre los hijos porque los padres les han dado la impronta de sus
propias tendencias lascivas.
Los que se han afirmado definitivamente en este vicio que des-
truye el alma y el cuerpo no descansan hasta que imparten su secreta
carga maligna a aquellos con quienes se relacionan. Inmediatamente
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se despierta la curiosidad, y la experiencia del vicio se pasa de joven
a joven, de niño a niño, hasta que no se encuentra a ninguno que no
practique este degradante pecado.
Vuestros hijos han practicado la masturbación hasta que la de-
manda sobre el cerebro ha sido tan grande, especialmente en el caso
de vuestro hijo mayor, que sus mentes han sido seriamente dañadas.
El brillo de sus jóvenes intelectos está opacado. Las capacidades mo-
rales e intelectuales se han debilitado, mientras que la parte más baja
de su naturaleza ha ganado ascendencia. Por esta razón vuestro hijo
se aleja con hastío de lo religioso. Ha ido perdiendo su capacidad de
refrenarse y cada vez tiene menos reverencia por las cosas sagradas,
y menos respeto por todo lo que tiene un carácter espiritual. Habéis
culpado a los que os rodean, pero no habéis descubierto la causa
real. Puede decirse que vuestro hijo lleva el sello de lo satánico en