Página 387 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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La sensualidad en los jóvenes
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recibido la luz de la reforma pro salud, no habéis actuado de acuerdo
con ella. Si hubierais controlado vuestros apetitos os hubierais aho-
rrado mucho esfuerzo extra y perjuicio; y, lo que tiene mucho más
amplias consecuencias, os hubierais mantenido en un mejor estado
de salud física y con un mayor grado de capacidad intelectual para
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apreciar las verdades eternas; tendríais una mente más clara para
juzgar las evidencias de la verdad y estaríais mejor preparados para
dar razón de la esperanza que está en vosotros. Vuestros alimentos
no son sencillos y saludables, del tipo que producirá la mejor clase
de sangre. La sangre contaminada seguramente opacará las faculta-
des morales e intelectuales, y fortalecerá los instintos más bajos de
vuestro temperamento. Ninguno de vosotros dos puede permitirse
un régimen irritante, por cuanto perjudica la salud del cuerpo y la
prosperidad de vuestras propias almas y de las almas de vuestros
hijos.
Colocáis sobre vuestra mesa alimentos que recargan los órganos
digestivos, excitan los instintos animales, y debilitan las facultades
morales e intelectuales. Los alimentos condimentados y la carne no
son beneficiosos para vosotros. Si sólo conocierais la naturaleza de
la carne que coméis, si pudierais ver vivos a los animales de los que,
una vez muertos, se extrae la carne, os apartaríais con repugnancia
de las comidas con carne. Los animales cuya carne coméis están
frecuentemente tan enfermos que, si se los dejara solos, morirían;
pero mientras están con vida, se los mata y lleva al mercado. Ingerís
directamente humores y venenos de la peor clase y sin embargo no
os dais cuenta. Os gusta mucho complacer el apetito. Tenéis que
aprender esta lección: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa,
hacedlo todo para la gloria de Dios”.
Os suplico, por Cristo, que pongáis vuestra casa y vuestros cora-
zones en orden. Que la verdad de origen celestial os eleve y santifi-
que a vosotros, alma, cuerpo y espíritu. “Os ruego... que os absten-
gáis de los deseos carnales que batallan contra el alma”. Hermano
G, su modo de comer tiende a fortalecer los instintos más bajos. No
controla su cuerpo como es su obligación con el fin de perfeccionar
la santidad en el temor de Dios. Debe practicar la temperancia en el
comer y luego podrá llegar a ser un hombre paciente. Recuerde que
usted ha dejado en sus hijos, en un alto grado, la impronta de su pro-
pio carácter. Debiera controlarse, y no ser rudo, severo o impaciente.