Página 403 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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La importancia del dominio propio
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su camino cristiano, se hubiera sentido desalentado y hubiera faltado
a la verdad. Usted tiene mucho que agradecer. Su corazón debiera
estar lleno de gratitud a su amante Salvador por su misericordia para
con usted, quien por tanto tiempo ha ultrajado su amor.
Se me mostró que usted era una rústica piedra extraída de la
cantera, que necesitaba ser labrada, pulida y debía tomar forma
antes de que pudiera ocupar un lugar en el edificio celestial. Se
ha hecho parte de este trabajo en su favor; pero, ¡oh, hay todavía
mucho más que hacer! Usted se ha sentido muy desdichado. Ha
visto el lado malo de la vida. No ha sido feliz; pero ha sido usted
mismo el que se ha mantenido en su propia luz, separándose del
bien. En su juventud usted fomentó un espíritu de descontento; no
se dejaba gobernar; andaba en sus propios caminos, sin importarle
el criterio o el consejo de los demás. No se dejaba controlar por su
padrasto, porque quería hacer su propia voluntad. El no sabía cómo
controlarlo, y usted estaba decidido a no respetar su autoridad. Tan
pronto como él le hablaba, usted se colocaba a la defensiva. Era muy
agresivo, y combatía en contra de todo y todos los que se oponían
a sus planes. Aun cuando se le sugería un cambio para mejorar sus
planes o trabajo, siempre se encolerizaba en un instante. Pensaba
que se le censuraba, o se lo acusaba, y se disgustaba con los que eran
sus verdaderos amigos. Su imaginación estaba enferma. Pensaba que
todos estaban en contra de usted y que su destino era excesivamente
duro. Es duro, pero usted lo ha hecho así.
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Su conducta hacia su padrasto no era la apropiada. No merecía
ser tratado como usted lo trataba. Tenía defectos y había cometido
errores, pero mientras usted estaba listo para darles más importancia
que la que tenían, no veía sus propios errores. En la providencia de
Dios su esposa quedó postrada por una enfermedad. Era orgullosa;
pero se arrepintió de sus pecados, y su arrepentimiento fue aceptado
por Dios.
Su senda ha sido protegida a derecha e izquierda, para evitar
que continuara hacia la perdición. El Señor ha hecho que su espíritu
rebelde e indomable se sujetara a él. Por una combinación de juicio y
misericordia se lo ha llevado al arrepentimiento. Como Jonás, usted
huyó de sus obligaciones hacia el mar. Dios resguardó su camino
prodigándole su providencia. No podía prosperar ni ser feliz, porque
no podía dejar su yo atrás. Llevaba su yo y su pecado con usted.