Página 404 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
Fomentaba un espíritu de descontento, se mostraba inquieto y se
negaba a cumplir las obligaciones que tenía por delante. Quería un
cambio, algún trabajo más importante. Llegó a ser inconstante.
Si Dios no lo hubiese controlado, usted hubiera quedado a mer-
ced de su inestabilidad y en sus pecados, habría descuidado su ca-
rácter y las circunstancias lo hubieran hecho desdichado. Cuando
estuvo en tierra extraña y en la hora de la enfermedad, se sintió triste,
abandonado y desolado. Pasó largas noches y agotadores días de in-
tranquilidad y dolor, lejos de su madre y hermanas, recibiendo ayuda
sólo de manos extrañas, sin esperanza cristiana que lo sustentara.
Buscaba la felicidad, pero no la obtuvo. Había desatendido el
consejo de su madre y sus súplicas para que no violara los manda-
mientos de Dios. A veces este descuido le causó amargura. Pero no
puedo entrar en detalle, pues no soy fuerte. Me detendré en lo más
esencial que se me mostró.
Vi que usted tiene por delante una obra que no comprende:
morir al yo, crucificar al yo. Tiene un temperamento irascible y
tempestuoso, al que debe controlar. Posee nobles rasgos de carácter,
que lo ayudarán a ganar amigos si no los hiere con su mal genio.
Tiene una gran simpatía por los que manifiestan interés en usted.
Cuando comprende bien las cosas es cuidadoso; pero a menudo
actúa por impulso, sin reflexionar.
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Usted juzga a la gente, hace comentarios acerca de su comporta-
miento, cuando no comprende ni su posición ni su obra. Ve las cosas
desde su punto de vista y luego tiende a cuestionar o condenar la
conducta que siguen los demás, sin considerar desprejuiciadamente
todos los aspectos de la cuestión. Usted no conoce las obligaciones
de los demás y no debiera sentirse responsable por sus actos; no
obstante, cumpla con su deber, dejando que el Señor se ocupe de los
demás. Controle su carácter con paciencia, mantenga su mente en
paz y en calma y siéntase agradecido.
Vi que el Señor le había dado luz y experiencia para que pudiera
ver cuán pecaminoso es un espíritu irascible y controlar sus pasiones.
Si fracasa en esto, del mismo modo por cierto, fracasará en lograr
la vida eterna. Debe vencer esta enfermedad de la imaginación. Es
demasiado susceptible, y si le hace una observación respecto de
un proceder opuesto al suyo, se siente herido. Se siente acusado,
piensa que debe defenderse, salvar su vida; y en su firme esfuerzo