Página 411 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Laboriosidad y ahorro
Estimados Hno. y Hna. R,
He tratado de encontrar una oportunidad de escribiros, pero he
estado enferma, imposibilitada de escribir a nadie. Pero trataré de
escribir unas pocas líneas esta mañana.
Cuando se me mostraron los deberes del pueblo de Dios con
respecto a los pobres, especialmente las viudas y los huérfanos, se
me mostró que mi esposo y yo corríamos el riesgo de tomar sobre
nosotros cargas que Dios no nos había asignado, y de ese modo
disminuir nuestro vigor y fuerza al aumentar nuestras preocupacio-
nes y afanes. Vi que mi esposo iba más allá en vuestro caso que
lo que era su obligación. El interés que puso en vosotros lo llevó a
tomar respcnsabilidades que estaban más allá de sus obligaciones,
lo que no ha sido beneficioso para vosotros, sino que ha fomentado
una tendencia a depender de vuestros hermanos. Esperáis que os
ayuden y brinden favores, mientras que no trabajáis tanto como
ellos, ni ahorráis en todo momento como ellos consideran que es su
obligación.
Se me mostró que vosotros, hermano y hermana, tenéis mucho
que aprender. No habéis vivido de acuerdo con vuestros recursos.
No habéis aprendido a ahorrar. Si ganáis un salario alto, no sabéis
cómo hacerlo durar lo más posible. Os dejáis llevar por el gusto o el
apetito en lugar de la prudencia. A veces gastáis dinero en alimentos
de tal calidad que vuestros hermanos no pueden darse el gusto de
pagar. Los dólares se escapan de vuestros bolsillos muy fácilmente.
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La hermana R tiene una salud delicada. Complace su apetito y
recarga demasiado su estómago. Le exige demasiado al comer en
exceso e ingerir alimentos de una calidad que no es la más apropiada
para nutrir su organismo. Come sin moderación y hace poco ejerci-
cio; de este modo le exige demasiado a su organismo. De acuerdo
con la luz que Dios nos ha dado, los alimentos sencillos son los me-
jores para asegurar una buena salud y vigor. El ejercicio es necesario
para su salud.
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