Página 429 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Un llamado a la iglesia
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y cayeron en un día veintitrés mil. Ni tentemos al Señor, como
también algunos de ellos le tentaron, y perecieron por las serpientes.
Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron, y perecieron por
el destructor. Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están
escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los
fines de los siglos. Así que, el que piensa estar firme, mire no caiga”.
1 Corintios 10:5-12
.
Sobre todos los demás pueblos del mundo, los adventistas del
séptimo día debieran ser modelos de piedad, santos de corazón y
conducta. Afirmé en presencia de N. Fuller que del pueblo escogido
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por Dios como su tesoro peculiar, se requería que fuese elevado,
refinado y santificado, partícipe de la naturaleza divina, habiendo
escapado a la corrupción que está en el mundo por la concupiscencia.
Si los que hacen tan alta profesión de fe se complacen en el pecado
y la iniquidad, su culpa será muy grande. El Señor reprende los
pecados de uno para que los demás también se sientan amonestados
y teman.
Las amonestaciones y reprensiones no se dan a los que yerran
entre los adventistas porque su vida sea más censurable que la de los
profesos cristianos de las iglesias nominales, no porque su ejemplo
o sus actos sean peores que los de los adventistas que no quieren
prestar obediencia a los requisitos de la ley de Dios; sino porque
tienen gran luz, y porque por su profesión de fe han asumido la
posición de pueblo especial y escogido de Dios, y llevan la ley
de Dios escrita en su corazón. Al prestar obediencia a las leyes
de su gobierno manifiestan su lealtad al Dios del Cielo. Son los
representantes de Dios en la tierra. Cualquier pecado que haya en
ellos los separa de Dios, y de una manera especial, deshonra su
nombre y brinda a los enemigos de su santa ley la ocasión de echar
oprobio sobre su causa y su pueblo, a quien ha llamado “linaje
escogido, real sacerdocio, gente santa, pueblo adquirido” (
1 Pedro
2:9
), a fin de que manifiesten las alabanzas de Aquel que los ha
llamado de las tinieblas a su luz admirable.
Las personas que se oponen a la ley del gran Jehová, y que con-
sideran virtud especial el hablar, escribir y actuar en la forma más
acerba y odiosa para revelar el desprecio que sienten por aquella
ley, pueden hacer una exaltada profesión de amar a Dios y aparentar
mucho celo religioso, como lo hacían los príncipes de los sacerdotes