Página 430 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
y ancianos judíos; y sin embargo, en el día de Dios, la Majestad del
cielo dirá de ellos: “Hallado falto”. “Por la ley es el conocimiento
del pecado”
Romanos 3:20
. Se enfurecen contra el espejo que habría
de descubrirles los defectos de su carácter, porque les señala sus
pecados. Los dirigentes adventistas que han rechazado la luz están
encendidos de furor contra la santa ley de Dios, como lo estuvo la
nación judía contra el Hijo de Dios. Terriblemente engañados, enga-
ñan a otros. No quieren acudir a la luz que reprendería sus acciones.
No quieren ser enseñados. Pero el Señor reprende y corrige a los que
profesan observar su ley. Señala sus pecados y presenta su iniquidad,
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porque desea separar de ellos todo pecado y perversidad, a fin de
que perfeccionen la santidad en su temor, y estén preparados para
morir en el Señor, o ser trasladados al Cielo. Dios los reprende y co-
rrige, a fin de que sean refinados, santificados, elevados, y finalmente
exaltados a su propio trono.
El pastor Fuller ha escuchado el testimonio presentado en públi-
co de que en el profeso pueblo de Dios no eran todos santos, que
algunos eran corruptos. Dios trataba de elevarlos, pero ellos se nega-
ban a acceder a un plano superior de acción. Los corruptos instintos
animales predominaban, y las facultades morales e intelectuales eran
sojuzgadas y hechas sus siervas. Los que no controlan sus pasiones
bajas no pueden apreciar la expiación ni darle el valor correcto al
alma. No experimentan ni entienden la salvación. La gratificación de
los instintos animales es la más alta ambición de sus vidas. Dios no
aceptará otra cosa que no sea la pureza y la santidad; una mancha,
una arruga, un defecto en el carácter, los excluirá por siempre del
Cielo, con todas sus glorias y tesoros.
Se han hecho amplias provisiones para todos los que sincera,
seria, y reflexivamente se empeñan en la obra de perfeccionar la
santidad en el temor de Dios. Fortaleza, gracia y gloria han sido
provistas a través de Cristo, para que los ángeles ministradores las
lleven a los herederos de salvación. Nadie es tan bajo, tan corrupto
y vil que no pueda encontrar en Jesús, quien murió por él, fortaleza,
pureza y justicia, si consiente en apartarse de sus pecados, cesar
en su proceder inicuo, y volverse con un corazón sincero al Dios
vivo. El está esperando para quitarles sus vestiduras manchadas
y contaminadas por el pecado, y ponerles las blancas y brillantes
vestiduras de justicia; y les manda que vivan y no mueran. En él