Página 448 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
sacrificada para satisfacer a su esposo. Ella no tarda en perder el
respeto hacia el esposo que no considera ni aún las leyes a las cuales
obedecen los animales. La vida matrimonial se convierte en un yugo
amargo; porque muere el amor y con frecuencia es reemplazado por
la desconfianza, los celos y el odio.
Ningún hombre puede amar de veras a su esposa cuando ella se
somete pacientemente a ser su esclava para satisfacer sus pasiones
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depravadas. En su sumisión pasiva, ella pierde el valor que una vez
él le atribuyó. La ve envilecida y rebajada, y pronto sospecha que se
sometería con igual humildad a ser degradada por otro que no sea
él mismo. Duda de su constancia y pureza, se cansa de ella y busca
nuevos objetos que despierten e intensifiquen sus pasiones inferna-
les. No tiene consideración con la ley de Dios. Estos hombres son
peores que los brutos; son demonios en forma humana. No conocen
los principios elevadores y ennoblecedores del amor verdadero y
santificado.
La esposa también llega a sentir celos del esposo, y sospecha
que, si tuviese oportunidad, dirigiría sus atenciones a otra persona
con tanta facilidad como a ella. Ve que no se rige por la conciencia
ni el temor de Dios; todas estas barreras santificadas son derribadas
por las pasiones concupiscentes; todas las cualidades del esposo que
lo asemejarían a Dios son sujetas a la concupiscencia brutal y vil.
El mundo está lleno de hombres y mujeres de esta clase; y
muchas casas aseadas, de buen gusto y aun costosas, albergan un
infierno en su interior. Imaginaos, si es posible, lo que debe ser la
posteridad de tales padres. ¿No se hundirán los hijos a un nivel más
bajo? Los padres graban en sus hijos la imagen de su carácter. Por lo
tanto, los hijos nacidos de tales padres heredan de ellos cualidades
bajas y viles. Satanás fomenta todo lo que tiende a la corrupción.
La cuestión que se ha de decidir es ésta: ¿Debe la esposa sentirse
obligada a ceder implícitamente a las exigencias del esposo, cuando
ve que sólo las pasiones bajas lo dominan y cuando su propio juicio
y razón la convencen de que al hacerlo perjudica su propio cuerpo,
que Dios le ha ordenado poseer en santificación y honra y conservar
como sacrificio vivo para Dios?
No es un amor puro y santo lo que induce a la esposa a satisfacer
las pasiones animales de su esposo, a costa de su salud y de su
vida. Si ella posee verdadero amor y sabiduría, procurará distraer