Página 450 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
y purificase, induciéndolo a luchar fervorosamente para gobernar sus
pasiones, a ser más espiritual a fin de que puedan participar juntos de
la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que impera
en el mundo por la concupiscencia.
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El poder de la influencia puede ser grande para inspirar a la
mente temas elevados y nobles, por encima de las complacencias
bajas y sensuales que procura por naturaleza el corazón que no
ha sido regenerado por la gracia. Si la esposa considera que, a fin
de agradar a su esposo, debe rebajar sus normas, cuando la pasión
animal es la base principal del amor de él y controla sus acciones,
desagrada a Dios, porque deja de ejercer una influencia santificadora
sobre su esposo. Si le parece que debe someterse a sus pasiones
animales sin una palabra de protesta, no comprende su deber para
con él ni con Dios. Los excesos sexuales destruirán ciertamente
el amor por los ejercicios devocionales, privarán al cerebro de la
sustancia necesaria para nutrir el organismo y agotarán efectivamente
la vitalidad. Ninguna mujer debe ayudar a su esposo en esta obra de
destrucción propia. No lo hará si ha sido iluminada al respecto y le
ama de verdad.
Cuanto más se satisfacen las pasiones animales, tanto más fuer-
tes se vuelven y más violentos serán los deseos de complacerlas.
Comprendan su deber los hombres y mujeres que temen a Dios.
Muchos cristianos profesos sufren de parálisis de los nervios y del
cerebro debido a su intemperancia en este sentido. Hieden de po-
dredumbre los huesos y tuétanos de muchos que son considerados
como hombres buenos, que oran y lloran y ocupan puestos elevados,
pero cuyos cuerpos contaminados no cruzarán los portales de la
ciudad celestial.
¡Ojalá que pudiese hacer comprender a todos su obligación ha-
cia Dios en cuanto a conservar en la mejor condición el organismo
mental y físico, para prestar servicio perfecto a su Hacedor! Evite la
esposa cristiana, tanto por sus palabras como por sus actos, excitar
las pasiones animales de su esposo. Muchos no tienen fuerzas que
malgastar en este sentido. Desde su juventud han estado debilitan-
do el cerebro y minando su constitución por la satisfacción de las
pasiones animales. La abnegación y la temperancia debieran ser la
consigna en su vida matrimonial; entonces sus hijos no estarán tan
expuestos a tener órganos morales e intelectuales débiles, y fuertes