Página 451 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

Basic HTML Version

Un llamado a la iglesia
447
instintos animales. El vicio en los niños es casi general. ¿No hay
una causa? ¿Quiénes les han dado el sello de su carácter? ¡Ojalá que
el Señor abra los ojos de todos para que vean que están parados en
lugares resbaladizos!
[425]
De acuerdo con el cuadro que me ha sido presentado describien-
do la corrupción de los hombres y mujeres que profesan santidad,
temo que pudiera perder del todo la confianza en la humanidad. He
visto que casi todos están inmersos en un alarmante letargo. Es casi
imposible despertar exactamente a los que debieran ser despertados,
de modo que tengan un sentido claro del poder que Satanás ejerce
sobre las mentes. No son conscientes de la corrupción que pulula
a su alrededor. Satanás ha enceguecido sus mentes y los ha ador-
mecido en su seguridad carnal. El hecho de que hemos fracasado
en nuestros esfuerzos de hacer comprender a la gente los grandes
peligros que acosan a las almas, a veces me ha llevado a temer que
mis ideas en cuanto a la depravación del corazón humano fueran
exageradas. Pero cuando se nos presentan los hechos que muestran
la triste deformidad de quien se ha atrevido a ministrar en las cosas
sagradas a pesar de ser corrupto de corazón, de alguien cuyas manos
manchadas por el pecado han profanado los vasos del Señor, estoy
segura de que no he pintado un cuadro extremo.
He presentado un testimonio muy contundente, tanto por escrito
como oralmente, con la esperanza de despertar al pueblo de Dios
para que comprenda que se encuentra en tiempos peligrosos. Se ha
enfermado mi corazón ante la indiferencia manifestada por los que
debieran comprender las maniobras de Satanás, y que debieran estar
despiertos y en guardia. He visto que Satanás está instando aun a las
mentes de los que profesan la verdad a cometer el terrible pecado de
la fornicación. La mente de un hombre o mujer no desciende en un
momento de la pureza y santidad a la depravación, la corrupción y el
crimen. Lleva tiempo transformar a lo humano en divino, o degradar
a los que han sido formados a la imagen de Dios a lo brutal o satánico.
Según lo que contemplamos somos transformados. Aunque formado
a la imagen de su Hacedor, el hombre puede educar su mente de
tal modo que el pecado que una vez detestara sea agradable para él.
A medida que cesa de velar y orar, deja de guardar la ciudadela, el
corazón, y se envuelve en el pecado y el crimen. La mente se degrada,
y es imposible elevarla de la corrupción mientras se la educa para