Página 459 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Un llamado a la iglesia
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tos como para satisfacer el apetito y nutrir el organismo. Si alguien
necesita más que esto, está en libertad de buscarlo en otro lugar. Ni
manteca ni carnes de ningún tipo se sirven en mi mesa. Rara vez hay
torta. Generalmente tengo una amplia provisión de frutas, buen pan
y legumbres. Nuestra mesa está siempre bien concurrida, y todos los
que participan de la comida se benefician y mejoran con ella. Todos
se sientan con un apetito que no es epicúreo, y comen con gusto las
dádivas provistas por nuestro Creador.
Los que trabajan en el corazón de la obra han manifestado una
tremenda indiferencia por este asunto importante. La falta de esta-
bilidad con respecto a los principios de la reforma pro salud es un
verdadero índice de su carácter y de su fortaleza espiritual. No son
lo suficiente escrupulosos en su experiencia cristiana. No prestan
atención a sus conciencias. La base o causa de cada acción correcta
que existe y opera en el corazón renovado asegura una obediencia
sin motivos externos o egoístas. El espíritu de verdad y una buena
conciencia son suficientes para inspirar y regular los motivos y la
conducta de los que aprenden de Cristo y son semejantes a él. Los
que no poseen la fortaleza de los principios religiosos se desvían
fácilmente por el ejemplo de los demás y toman una dirección equi-
vocada. Los que nunca han aprendido las obligaciones que Dios
les ha impuesto, ni conocido sus propósitos para con ellos, no son
confiables en tiempos de severo conflicto con los poderes de las
tinieblas. Son desviados por las apariencias inmediatas y externas.
Los hombres mundanos son gobernados por principios mundanos;
no pueden valorar otros principios. Pero los cristianos no debieran
ser guiados por estos principios. No serán inducidos a cumplir su
deber por nada que no sea el amor a obedecer cada orden de Dios
según se encuentra en su Palabra y según su conciencia iluminada
se los indique.
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En el corazón renovado el obedecer la voluntad de Dios será
un principio fijo, porque habrá amor por lo que es justo y bueno
y santo. No habrá duda, no se harán concesiones al gusto, ni se
considerará la conveniencia, ni se seguirá un proceder simplemente
porque otros así lo hagan. Todos debieran vivir independientemente.
Las mentes renovadas por la gracia serán un instrumento receptivo,
al que continuamente se le envía luz, gracia y verdad de lo alto, y