Página 465 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Aceptando la cruz de la verdad
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presentaría las ventajas del tiempo presente, esta pequeña y corta
vida que es tan insegura. Veríais los encantos de esta vida, y a menos
que os liberarais de vuestro amor a la ostentación y al favor del
mundo no podríais retener el amor de Dios. Se me mostró a Jesús
señalando los encantos del cielo, tratando de apartar vuestra mirada
del mundo y diciendo: “¿A quién elegiréis, a mi o al mundo? No
podéis tenerme a mí y amar al mundo también. ¿Sacrificaréis al
que murió por vosotros por el orgullo de la vida, por los tesoros
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del mundo? Elegid entre mí y el mundo; el mundo no tiene parte
conmigo”.
Vi que vuestro andar era inseguro, y vuestra fe fluctuaba. La duda
y el descreimiento os circundaban, y la luz de Jesús se apartaba. La
vanidad es uno de los más fuertes principios de nuestras naturalezas
depravadas, y Satanás constantemente la utilizará con éxito. No han
faltado personas que estuvieran listas para ayudar a Satanás en su
obra para adularos, para mostraros vuestra habilidad y la influencia
que podríais tener en la sociedad, para insistir en que sería una gran
lástima que unierais vuestros intereses con un pueblo con una fe
humilde y os mezclarais con una clase social que, según ellos, es
inferior a vosotros. Os ha parecido que estabais haciendo un gran
sacrificio por la verdad. Es cierto que las masas que poseen influencia
no eligen sacrificar sus ambiciones mundanales, separar sus afectos
del mundo, y volver sus pasos hacia la senda angosta y humilde que
transitó quien sufriera el Calvario. Consideran que sus talentos e
influencias son demasiado preciosos para ser dedicados a la causa de
Dios, demasiado preciosos para ser devueltos para glorificar al Dador
que se los prestó para mejorarlos y entregarlos a él, tanto el capital
como el interés. Sacrifican lo eterno por las ventajas temporales que
esperan lograr. Por la adulación de los hombres se apartan de la
aprobación del Señor, el Hacedor de los cielos y la tierra, y pierden
el derecho al honor que viene de lo alto. ¡Cuán pocos saben lo que
es mejor para ellos! Vosotros no apreciáis esto. Jesús, a través de
una vida de sufrimiento sin igual y una muerte ingnominiosa, ha
abierto un camino por el que el hombre puede seguir sus pisadas,
y finalmente ser exaltado a su trono, y recibir la recompensa de
inmortalidad y vida eterna. Por una vida de obediencia recibirá una
herencia inmortal, un tesoro inmaculado que no se desvanece.