Página 489 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Mensaje a los ministros
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nada común de su parte; su vida pasada debe ser revisada por ellos y
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redimida. Si esta obra se hace con sinceridad, y se sigue con perse-
verancia e incansable seriedad, será un completo éxito; pero muchos
no tienen éxito, porque la seriedad con que empiezan la obra se
desvanece, y se transforma en apatía y descuido. Sus esfuerzos son
correctos al principio, mientras tienen alguna conciencia de su con-
dición; pero tratan de olvidar el pasado, y lo pasan por alto sin quitar
las piedras de tropiezo ni hacer una obra minuciosa. No expresan
su arrepentimiento con una tristeza genuina por haber deshonrado a
Dios con su influencia y haber permitido que las almas por las que
Cristo murió se hubieran perdido. Hacen esfuerzos espasmódicos y
se emocionan en gran manera; pero el hecho de que los esfuerzos
cesan, que este sentimiento pronto pasa y es reemplazado por una
apática indiferencia, demuestra que Dios no está plenamente en la
obra. Por un tiempo los sentimientos fueron moldeados; pero la obra
no llegó bien hondo para cambiar los principios que gobernaban
sus acciones. Están tan expuestos a ser llevados de nuevo por el
mismo rumbo equivocado como al principio; pues no tienen fuerza
para resistir los ardides de Satanás, sino que están sujetos a sus
estratagemas.
La vida de un verdadero cristiano es siempre hacia adelante. No
hay detenciones ni retrocesos. Es vuestro privilegio ser “llenos del
conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiri-
tual; para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo,
llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento
de Dios; fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su
gloria, para toda paciencia y longanimidad; con gozo dando gracias
al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los
santos en luz”.
Colosenses 1:9-12
.
Insto a todos, especialmente a los que ministran en palabra y
doctrina, a rendirse sin reservas a Dios. Consagrad vuestra vida a
él, y sed por cierto ejemplos para la grey. No os conforméis más
con permanecer enanos en las cosas espirituales. Que vuestra meta
no sea nada menos que la perfección del carácter cristiano. Que
vuestra vida sea sin egoísmo, intachable, que pueda ser un vivo
reproche para los egoístas, cuyos afectos parecen estar en su tesoro
terrenal. Que Dios os conceda el ser fortalecidos conforme a las
riquezas de su gloria “con poder en el hombre interior por su Espíritu;
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