Página 488 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
esta clase de creyentes no encontrará lugar en el cielo. Los que han
procedido egoísta y equivocadamente, sin considerar sagrada ni aun
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la tesorería de Dios, no podrían apreciar la pureza y santidad de los
santos en el reino de los cielos, ni el valor de la rica gloria, de la
recompensa eterna reservada para los fieles vencedores. Su mente
ha corrido tanto tiempo por un canal bajo y egoísta que no pueden
apreciar las cosas eternas. No valoran la salvación. Es imposible
elevar sus almas para estimar correctamente el plan de salvación o el
valor de la expiación. Intereses egoístas han absorbido su ser entero,
como un imán atraen la mente y los afectos, sujetándolos a un nivel
bajo. Algunas de estas personas nunca alcanzarán la perfección del
carácter. Sus mentes no se pueden elevar de modo que se encanten
con la santidad. El amor a sí mismos y los intereses egoístas han
dominado de tal modo el carácter que no pueden discernir entre lo
sagrado y eterno y lo común. La causa de Dios y su tesorería no
son más sagrados para ellos que los negocios y los bienes comunes
destinados a fines mundanos.
Todos los que profesan ser seguidores de Cristo tienen deberes
ineludibles en este sentido. La Ley de Dios especifica su deber
hacia sus semejantes: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Al
menospreciar la justicia, la misericordia y la benevolencia hacia sus
semejantes, algunos han endurecido tanto el corazón que pueden
ir aun más allá, y hasta robar a Dios sin sentir remordimiento de
conciencia. Esas personas ¿cierran los ojos y el entendimiento al
hecho de que Dios sabe, que él ve cada acción de ellos y el motivo
que los impulsó a realizarlas? Su recompensa viene con él, y su
paga delante de su rostro, para dar a cada uno según sus obras.
Toda buena obra y toda mala acción y su influencia sobre otros, es
rastreada por el Escudriñador de los corazones, ante quien queda
revelado todo secreto. Y la recompensa será de acuerdo con los
motivos que impulsaron cada acción.
A pesar de las repetidas advertencias y reprensiones que el Señor
les ha enviado, los que han ocupado puestos de responsabilidad han
seguido sus propios caminos y han sido guiados por su propio juicio
no santificado, y en consecuencia, la causa de Dios ha sufrido, y las
almas se han apartado de la verdad. Todos los que de este modo
son culpables se encontrarán con un terrible registro en el día de
la retribución final. Si llegaran a ser salvos, será por un esfuerzo