Página 538 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
hermanos y hermanas, a estas sagradas convocaciones para encon-
trar a Jesús. El vendrá a la fiesta. Estará presente y hará en favor de
ustedes lo que más necesiten. No debieran considerar a sus gran-
jas de mayor valor que los intereses más altos del alma. Todos los
tesoros que ustedes poseen, por muy valiosos que sean, no serían
suficientemente preciosos como para comprarles paz y esperanza,
que son virtudes inapreciables aunque costaran todo lo que se tiene
aunado a los esfuerzos y sufrimientos de toda una vida. Una firme y
clara conciencia de las cosas eternas, y un corazón deseoso de rendir
todo a Cristo, son bendiciones de más valor que todas las riquezas y
placeres y glorias de este mundo.
Estos congresos son importantes. Tienen su costo. Los siervos de
Dios consumen su vida para ayudar al pueblo, mientras que muchos
de ellos parece que no necesitaran ayuda. Por miedo de perder un
poco de ganancia de este mundo, algunos dejan que estos preciosos
privilegios pasen de largo como si fueran de poca importancia. Que
todos los que profesan creer en la verdad respeten cada privilegio
que Dios les ofrece para obtener una visión más clara de su verdad,
sus requerimientos y la preparación necesaria para su vida. Lo que
él requiere es una confianza en Dios tranquila, alegre y obediente.
No necesitan recargarse con una ansiedad inquietante y cuidados
innecesarios. Trabajen para el día, haciendo con fidelidad la obra que
la providencia de Dios les señala, y él se ocupará de ustedes. Jesús
profundizará y ampliará sus bendiciones. Deben esforzarse si desean
alcanzar al fin la salvación. Asistan a estas reuniones dispuestos a
trabajar. Dejen de lado las preocupaciones del hogar, y acudan a
encontrar a Jesús y lo hallarán. Vengan con sus ofrendas de acuerdo
con las bendiciones de Dios. Muestren su gratitud a su Creador, el
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Dador de todos sus beneficios, por medio de una ofrenda voluntaria.
Que ninguna persona que posee recursos asista con las manos vacías.
“Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y
probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré
las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición
hasta que sobreabunde”.
Malaquías 3:10
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