Página 541 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Las reuniones sociales
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quieran. Pueden orar por todos sus parientes y amigos. La cámara
secreta es el lugar donde se han de contar todas las dificultades,
pruebas y tentaciones particulares. La reunión para adorar a Dios en
conjunto no es el lugar donde se hayan de revelar las cosas privadas
del corazón.
¿Cuál es el objeto que se tiene al reunirse? ¿Es para informar
a Dios, instruirle, diciéndole en oración todo lo que sabemos? Nos
reunimos para edificarnos unos a otros mediante el intercambio
de pensamientos y sentimientos, para obtener fuerza, luz y valor al
conocer mejor nuestras esperanzas y aspiraciones mutuas; y al elevar
con fe nuestras oraciones fervientes y sentidas, recibimos refrigerio
y vigor de la fuente de nuestra fuerza. Estas reuniones deben ser
momentos muy preciosos y deben ser hechas interesantes para todos
los que tienen placer en las cosas religiosas.
Temo que algunos no presentan sus dificultades a Dios en ora-
ción particular, sino que las reservan para la reunión de oración, y
allí elevan sus oraciones de varios días. A los tales se los puede
llamar asesinos de reuniones públicas y de oración. No emiten luz;
no edifican a nadie. Sus oraciones heladas y sus largos testimonios
de apóstatas arrojan una sombra. Todos se alegran cuando han termi-
nado, y es casi imposible desechar el enfriamiento y las tinieblas que
sus oraciones y exhortaciones imparten a la reunión. Por la luz que
he recibido, entiendo que nuestras reuniones deben ser espirituales,
sociales y no demasiado largas. La reserva, el orgullo, la vanidad y
el temor del hombre deben quedar en casa. Las pequeñas diferencias
y los prejuicios no deben ir con nosotros a estas reuniones. Como
en una familia unida, la sencillez, la mansedumbre, la confianza y
el amor deben reinar en el corazón de los hermanos y las hermanas
que se reúnen para ser refrigerados y vigorizados al unir sus luces.
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“Vosotros sois la luz del mundo,” dice el Maestro celestial. No
todos tienen la misma experiencia en su vida religiosa. Pero si
se reúnen los que han pasado por diversas circunstancias, pueden
hablar con sencillez y humildad de lo que han experimentado. Todos
los que prosiguen adelante en la carrera cristiana, deben tener y
tendrán una experiencia viva, nueva e interesante. Una experiencia
viva se compone de pruebas diarias, conflictos y tentaciones, arduos
esfuerzos y victorias y mucha paz y gozo obtenidos mediante Jesús.
Un simple relato de estas cosas da luz, fuerza y conocimiento que