Página 554 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
ser hijos del Altísimo, el privilegio de llamar al Dios del cielo nuestro
Padre? ¿No es eso suficiente? Y ¿llaman a esto privarse de todo lo
que vale la pena tener? ¿Es esto abandonar todo lo que vale la pena
poseer? Déjenme unirme a Dios y a los santos ángeles, pues ésta
es mi más elevada ambición. Ustedes pueden quedarse con todas
las posesiones de este mundo; pero yo quiero tener a Jesús, quiero
tener el derecho a la herencia inmortal, la riqueza eterna. Déjenme
gozar las bellezas del reino de Dios. Dejen que me deleite con las
pinturas que sus propios dedos han coloreado. Yo las puedo disfrutar.
Ustedes también pueden disfrutarlas. No podemos adorarlas, pero
por medio de ellas podemos ser llevados a él y contemplar la gloria
del que hizo todas estas cosas para nuestro deleite.
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Nuevamente digo: Tengan ánimo. Confíen en el Señor. No per-
mitan que el enemigo les robe las promesas. Si se han separado
del mundo, Dios ha dicho que él será su Padre, y ustedes seréis sus
hijos e hijas. ¿No es eso suficiente? ¿Qué mayor aliciente se les
podría presentar? ¿Tiene algún sentido ser una mariposa y no tener
principios u objetivos en la vida? ¡Oh! Déjenme en la plataforma
de la verdad eterna. Denme valores inmortales. Déjenme asirme de
la cadena de oro que desciende del cielo a la tierra, y dejen que me
eleve a Dios y a la gloria. Esta es mi ambición, este es mi objetivo.
Si los demás no tienen un objetivo más elevado que el vestido, si
pueden deleitarse en el despliegue exterior y satisfacer su alma con
moños y cintas y fantasías, que los disfruten. Pero a mí permítanme
tener el adorno interior. Dejen que me vista de Dios. Y yo se los
recomiendo, jóvenes y Señoritas, porque es más precioso a su vista
que el oro de Ofir. Esto es lo que hace al hombre más precioso que
el oro fino, más precioso aún que el oro de Ofir. Mis hermanas, y
ustedes jóvenes, este espíritu las hará más preciosas a la vista del
Cielo que el oro fino, más preciosas aún que el oro de Ofir. Les
recomiendo a Jesús, mi bendito Salvador. Yo lo adoro, lo magnifico.
¡Oh, si pudiera tener una lengua inmortal para alabarlo como deseo!
¡Si pudiera estar frente al universo congregado y hablar en alabanza
de sus siniguales encantos!
Y mientras que yo lo adoro y magnifico, ustedes magnifíquenlo
conmigo. Alaben al Señor aun cuando caigan en la oscuridad. Alá-
benlo aun en la tentación. “Regocijaos en el Señor siempre -dice
el apóstol-. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” ¿Traerá eso penumbras y