Página 577 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Los modales y la vestimenta de los ministros
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sea melodiosa? El tenía una influencia poderosa, porque era el Hijo
de Dios. Estamos tan por detrás de él y somos tan deficientes, que
aunque hagamos lo mejor que podamos, nuestros esfuerzos serán
pobres. No podemos lograr ni podemos poseer la influencia que
él tenía; pero, ¿por qué no debiéramos educarnos para llegar tan
cerca del Modelo como nos sea posible, para poder tener la mayor
influencia posible sobre la gente? Nuestras palabras, nuestras accio-
nes, nuestro porte, nuestro vestido, todo debiera predicar. No sólo
con nuestras palabras debiéramos predicar a la gente, sino todo lo
referente a nuestra persona debiera ser un sermón para ellos, para dar
una impresión correcta, y que la verdad hablada pueda ser llevada
por ellos a sus hogares. Así nuestra fe causará mejor impresión a la
comunidad.
Nunca tuve una idea más cabal que la que tengo hoy del carácter
exaltado de la obra, de su santidad y de la importancia de ser aptos
para ella. Veo la necesidad en mí misma. Tengo que hacer un nuevo
reajuste, recibir una santa unción, o no podré continuar instruyendo a
otros. Debo estar segura de que estoy andando con Dios. Debo saber
que entiendo el misterio de la piedad. Debo saber que la gracia de
Dios está en mi propio corazón, que mi propia vida está de acuerdo
con su voluntad, que estoy andando en sus pisadas. Entonces mis
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palabras serán verdaderas y mis acciones correctas.
Hay otro punto que casi había olvidado. Es la influencia que
el predicador debiera ejercer en su ministerio. Su obra no consiste
simplemente en hablar desde el púlpito. Sólo comienza allí. De-
biera visitar a las diferentes familias, y llevar a Cristo allí, llevar
sus sermones allí, llevarlos en sus acciones y sus palabras. Cuando
visita a una familia debiera averiguar cuál es su condición. ¿Es él
el pastor del rebaño? La obra del pastor no se hace toda desde el
púlpito. Debiera hablar con todos los miembros del rebaño, con los
padres para conocer su posición y con los hijos para conocer la de
ellos. Un ministro debiera alimentar al rebaño del cual Dios lo ha
hecho mayoral. Sería agradable ir a casa y estudiar; pero si hacen
esto en perjuicio de la obra que Dios les ha encomendado, hacen
mal. Nunca entren a un hogar sin reunirlos a todos, y postrarse y
orar con ellos antes de salir. Interésense por la salud de sus almas.
¿Qué hace un buen médico? Se interioriza de los detalles del caso,
luego procura administrar los medicamentos. Así mismo el médico