Página 93 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Una conciencia violada
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tener celos, quejarse; y con mansedumbre, permitir que la Palabra
se injerte en su alma porque puede salvarla. Le incumbe decidir si
quiere tener felicidad o miseria. Usted cedió una vez a la tentación,
y no puede ahora confiar en su propia fuerza. Satanás tiene gran
poder sobre su mente, y usted no tendrá nada a que aferrarse cuando
se aparte de la influencia refrenadora de la verdad. Esta ha sido una
salvaguardia para usted, al impedir que se vea arrastrado al crimen y
la iniquidad. Su única esperanza consiste en procurar una conversión
cabal, y redimir el pasado por su vida bien ordenada y su conducta
piadosa.
Usted obró por impulso. La excitación agradó a su temperamen-
to. Su única esperanza consiste ahora en arrepentirse sinceramente
de sus pasadas transgresiones de la ley de Dios, y purificar su alma
obedeciendo a la verdad. Cultive la pureza de los pensamientos y
la vida. La gracia de Dios será su fuerza para refrenar sus pasio-
nes y dominar sus apetitos. La oración fervorosa y la vigilancia le
brindarán la ayuda del Espíritu Santo, para perfeccionar la obra y
asemejarlo a su Modelo infalible.
Si usted decide desechar la influencia sagrada y refrenadora de
la verdad, Satanás le conducirá cautivo a su voluntad. Usted estará
en peligro de caer víctima de sus apetitos y pasiones y de dar rienda
suelta a las concupiscencias, al mal y a los deseos abominables. En
vez de reflejar en su rostro una calma serena bajo la prueba y la
aflicción, como el fiel Enoc, e irradiar la esperanza y la paz que
sobrepujan el entendimiento, estampará en su rostro la huella de
los pensamientos carnales y los deseos concupiscentes. Llevará la
impresión de lo satánico en vez de lo divino.
“Por las cuales nos son dadas preciosas y grandísimas pro- me-
sas, para que por ellas fueseis hechos participantes de la
naturaleza
divina
, habiendo huido de la corrupción que está en el mundo por la
concupiscencia”.
2 Pedro 1:4
. Tiene usted ahora la oportunidad de
volver al Señor y presentarle sus palabras de humilde confesión y
sincero arrepentimiento. La sangre preciosa de Jesucristo puede lim-
piarle de toda impureza, eliminar toda su contaminación, y hacerle
perfecto en él. Las misericordias de Cristo están todavía a su alcance
si usted quiere aceptarlas. Por amor a su esposa perjudicada y a sus
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hijos, fruto de su propio cuerpo, deje de hacer el mal y aprenda a
obrar bien. Lo que usted siembre, eso también segará. Si siembra