Página 92 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
Se encuentra en el campo de batalla de Satanás, empeñado en
un severo conflicto. Usted ha derribado la valla que rodea todo
círculo familiar, para hacerlo sagrado. Y ahora Satanás lo acosa
casi constantemente. Usted no tiene reposo ni paz; y procura hacer
responsables a sus hermanos de los conflictos ocasionados por sus
sentimientos, dudas y celos; considera que ellos yerran y que no
le prestan atención. La dificultad estriba en usted mismo. Usted
quiere seguir su propio camino, y no desgarrar su corazón delante de
Dios. Se niega, quebrantado y contrito, pecaminoso y contaminado,
a confiar en su misericordia. Sus esfuerzos por salvarse, si persiste
en ellos, le acarrearán la ruina.
Deben cesar sus celos y censuras. Dirija su atención a su propio
caso, y arrepiéntase con humildad, confiando solamente en la sangre
de Cristo para salvar su propia alma. Haga una obra cabal para la
eternidad. Si huye de la verdad, se arruinará; y su familia también.
Una vez que han sido derribadas las fortificaciones destinadas a
conservar el carácter sagrado y privado de la relación familiar, es
difícil volverlas a edificar; pero con la fortaleza de Dios, y sólo
con ella, usted podrá hacerlo. La verdad sagrada es el ancla que le
impedirá ser arrastrado hacia abajo por la corriente del crimen y la
destrucción.
Una vez violada, la conciencia se debilita mucho. Necesita fuer-
za y vigilancia constante y oración incesante. Usted está en un
resbaladero. Necesita toda la fuerza que la verdad pueda darle para
fortalecerlo y salvarlo del naufragio completo. Delante de usted
están la vida y la muerte; ¿cuál elegirá? Si usted hubiese visto la
necesidad de mantenerse firmemente aferrado a los principios, y no
obrar por impulsos, de no desanimarse fácilmente, sino prepararse
para soportar penurias, no habría sido vencido como lo fue. Usted ha
obrado por impulso. No estuvo, como nuestro Modelo sin defecto,
dispuesto a soportar la contradicción de los pecadores contra usted.
Se nos exhorta a recordar a Aquel que soportó esto, no sea que nos
cansemos y desmayemos en nuestro ánimo. Usted ha sido tan débil
como un niño, sin poder de resistencia. No sintió la necesidad de
estar establecido, fortalecido, asentado y edificado en la fe.
Usted consideró que tal vez era su deber enseñar la verdad a otros
en vez de que se la enseñasen a usted. Pero debe estar dispuesto a
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aprender, a recibir la verdad de los demás, y debe cesar de censurar,