La alta vocación de los empleados de nuestros
sanatorio
Los empleados de nuestros sanatorios han sido llamados a una
alta y santa vocación. Necesitan comprender mejor que en lo pasado
el carácter sagrado de su tarea. La obra que ejecutan y el alcance de
la influencia que ejercen exigen de ellos un esfuerzo fervoroso y una
consagración sin reservas. En nuestros sanatorios, los enfermos y
dolientes deben ser inducidos a comprender que necesitan auxilio
espiritual tanto como curación física. En ellos deben recibir todos
los cuidados favorables al restablecimiento de la salud; mas hay que
hacerles ver también cuáles son los beneficios que provienen de la
vida de Cristo y de la comunión con él. Hay que mostrarles que la
gracia del Señor, obrando en el alma, eleva a todo el ser. Y para ellos
el mejor modo de aprender a conocer la vida de Jesús consiste en
verla realizada en la vida de sus discípulos.
El que trabaja fielmente tiene los ojos puestos en Jesucristo.
Recuerda que su esperanza de vida eterna la debe a la cruz del
Calvario, y está resuelto a no deshonrar jamás a quien dió su vida por
él. Se interesa profundamente en los sufrimientos de la humanidad.
Ora y trabaja. Cuida de las almas como quien deberá dar cuenta,
sabiendo que las almas que Dios pone en relación con la verdad y la
justicia son dignas de salvarse.
Los que trabajan en nuestros sanatorios están empeñados en una
guerra santa. Deben presentar a los enfermos y a los afligidos la ver-
dad tal cual es en Jesús. Deben presentarla en toda su solemnidad, y,
sin embargo, con tal sencillez y ternura que las almas sean conduci-
das al Salvador. Deben siempre, en sus palabras y acciones, mostrar
que Cristo es la esperanza de vida eterna. Nunca deben hablar de
una manera impaciente ni obrar egoístamente. Los empleados deben
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tratar a cada uno con bondad. Sus palabras deben ser amables. Los
Testimonios para la Iglesia 7:68-71 (1902)
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