Página 133 - Joyas de los Testimonios 3 (2004)

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Eduquemos a la gente
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y morales. Y debemos dar un testimonio claro contra el consumo
de té y café. También es bueno descartar los postres suculentos. La
leche, los huevos y la mantequilla no deben clasificarse con la carne.
En algunos casos el uso de huevos es beneficioso. No ha llegado el
tiempo en que debamos decir que se debe descartar completamente
el consumo de leche y huevos. Hay familias pobres cuya alimenta-
ción consiste mayormente en pan y leche. Tienen poca fruta, y no
pueden comprar los alimentos a base de oleaginosas. Al enseñar la
reforma pro salud, como en toda otra obra evangélica, debemos tener
en cuenta la situación de la gente. Hasta que podamos enseñarle a
preparar alimentos saludables, apetitosos, nutritivos, y sin embargo,
poco costosos, no estamos libres para presentar los principios más
adelantados de la alimentación saludable.
Sea progresiva la reforma alimenticia. Enséñese a la gente a
preparar alimentos sin mucho uso de leche o mantequilla. Expli-
quémosle que llegará pronto el tiempo en que será peligroso usar
huevos, leche, crema o mantequilla, porque las enfermedades au-
mentan proporcionalmente a la maldad que reina entre los hombres.
Se acerca el tiempo en que, debido a la iniquidad de la especie caída,
toda la creación animal gemirá bajo las enfermedades que azotan
nuestra tierra.
Dios dará a su pueblo capacidad y tacto para preparar alimentos
sanos sin aquellas cosas. Descarte nuestro pueblo todas las recetas
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malsanas. Aprenda a vivir en forma saludable y enseñe a otros lo
que aprendió. Sepa impartir este conocimiento como impartiría la
instrucción bíblica. Enseñe a la gente a conservar la salud y aumentar
su vigor, evitando mucho del arte culinario que ha llenado el mundo
con inválidos crónicos. Por precepto y ejemplo demuestre claramen-
te que el alimento que Dios dió a Adán en su estado sin pecado es el
mejor para el consumo del hombre que procura recuperar ese estado
sin pecado....
La reforma debe presentarse de continuo a la gente, y por nuestro
ejemplo debemos vigorizar nuestra enseñanza. La verdadera religión
y las leyes de la salud se relacionan estrechamente. Es imposible
trabajar para la salvación de los hombres y mujeres sin presentarles
la necesidad de romper con las complacencias pecaminosas que
destruyen la salud, degradan el alma e impiden que la verdad divina
impresione la mente. A hombres y mujeres debe enseñárseles a