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Joyas de los Testimonios 3
Los directores de nuestras instituciones tienen una tarea muy
difícil: la de mantener el orden y una sabia disciplina entre la juven-
tud confiada a su cuidado. Los miembros de la iglesia pueden hacer
mucho para animarlos. Cuando los jóvenes no están dispuestos a
someterse a la disciplina de la institución; cuando están decididos a
seguir sus propios impulsos cada vez que no son del mismo pare-
cer que sus superiores, no los sostengan ciegamente sus padres ni
simpaticen con ellos.
Más valdría, sí mucho más, que vuestros hijos sufriesen, y hasta
que bajasen a la tumba, antes que aprender a tratar ligeramente los
principios que forman el cimiento de la lealtad hacia la verdad, hacia
el prójimo y hacia Dios.
En casos de dificultades con los capataces, id directamente a
los que tienen autoridad y averiguad. Recordad que los jefes de los
diversos departamentos comprenden mucho mejor que los demás
las reglas que son necesarias. Manifestad confianza en su juicio
y respeto por su autoridad. Enseñad a vuestros hijos a respetar y
honrar a aquellos a quienes Dios ha demostrado respeto y honra al
colocarlos en puestos de confianza.
Los miembros de la iglesia no pueden secundar de una manera
más eficaz los esfuerzos de los directores de nuestras instituciones
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que dando en su propia familia un ejemplo de buen orden y disci-
plina. Muestren los padres a sus hijos, por sus palabras y conducta,
lo que quieren que sean. Mantened constantemente la pureza del
lenguaje y una verdadera cortesía cristiana. No se dé ningún ali-
ciente al pecado, ni haya maledicencias ni sospechas. Enseñad a los
niños y a los jóvenes a respetarse a sí mismos y a ser fieles a los
principios y a Dios. Enseñadles a respetar la ley de Dios y las reglas
de la casa paterna. Pondrán entonces estos principios en práctica en
su vida y en todas sus relaciones con sus semejantes. Amarán a su
prójimo como a sí mismos, crearán una atmósfera pura y ejercerán
una influencia que estimulará a las almas débiles a progresar por el
camino que conduce a la santidad y al cielo.
Los hijos que reciban tales instrucciones no llegarán a ser una
carga ni una causa de inquietud en nuestras instituciones; serán
un apoyo para quienes llevan responsabilidades. Bajo una sabia
dirección, quedarán preparados para ocupar puestos de confianza, y
tanto por el precepto como por el ejemplo ayudarán constantemente