Página 189 - Joyas de los Testimonios 3 (2004)

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Las reuniones de junta
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vuestro desprecio hacia las advertencias que el Señor os ha dado.
La palabra que os dirige es: “¿Quién hay entre vosotros que teme a
Jehová, y oye la voz de su siervo? el que anda en tinieblas y carece
de luz, confíe en el nombre de Jehová, y apóyese en su Dios. He aquí
que todos vosotros encendéis fuego, y estáis cercados de centellas:
andad a la luz de vuestro fuego, y a las centellas que encendisteis.
De mi mano os vendrá esto; en dolor seréis sepultados.”
Isaías 50:10,
11
.
¿No nos acercaremos al Señor, para que nos salve de toda intem-
perancia en el comer y beber, de toda pasión profana y concupiscen-
te, de toda perversidad? ¿No nos humillaremos delante de Dios y
desecharemos todo lo que corrompe la carne y el espíritu, para que
en su temor podamos perfeccionar la santidad del carácter?
Que todo aquel que debe sentarse en concilio y reunión de junta
escriba en su corazón las palabras: Trabajo para este tiempo y para
la eternidad; soy responsable ante Dios por los motivos que me
impulsan a obrar. Sea éste su lema. Sea su oración la del salmista:
“Pon, oh Jehová, guarda a mi boca: guarda la puerta de mis labios.
No dejes se incline mi corazón a cosa mala, a hacer obras impías.”
Salmos 141:3, 4
.
En las consultas para hacer progresar la obra, ningún hombre ha
de ser la fuerza dominante, la voz del conjunto. Los métodos y los
planes propuestos deben considerarse cuidadosamente, a fin de que
todos los hermanos puedan pesar sus méritos relativos y decidir cuál
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debe seguirse. Al estudiar los campos a los cuales parece llamarnos
el deber, es bueno tener en cuenta las dificultades que se encontrarán
en ellos.
Hasta donde se pueda, las juntas directivas deben hacer conocer
sus planes a los hermanos en general a fin de que el juicio de la
iglesia pueda sostener sus esfuerzos. Muchos miembros de la iglesia
son prudentes, y otros tienen excelentes cualidades mentales. Debe
despertarse su interés en el progreso de la causa. A muchos se los
podrá inducir a tener una percepción más profunda de la obra de
Dios y a buscar la sabiduría de lo alto para extender el reino de
Cristo mediante la salvación de las almas que perecen por falta de
la Palabra de vida. Hombres y mujeres de espíritu noble han de ser
añadidos todavía al número de aquellos de quienes se dice: “No