Página 19 - Joyas de los Testimonios 3 (2004)

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Preparación para la crisis final
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tiempo para que los testigos de Dios hayan cumplido su obra de
preparar el camino del Señor.
* * * * *
Hemos de poner a un lado nuestros planes estrechos y egoístas,
recordando que se nos ha encargado una obra de la mayor magnitud
y de la más alta importancia. Al hacer esta obra estamos pregonando
los mensajes del primer ángel, del segundo y del tercero, y prepa-
rando así la llegada de aquel otro ángel del cielo que ha de iluminar
la tierra con su gloria.
* * * * *
El día del Señor se está acercando furtivamente; pero los que
se llaman grandes y sabios no conocen las señales de la venida de
Cristo y del fin del mundo. Abunda la iniquidad y el amor de muchos
se ha enfriado.
Miles y millares, sí, millones y millones, hacen ahora su decisión
para la vida eterna o la muerte eterna. El hombre que está completa-
mente absorbido por su contaduría, el que halla placer ante la mesa
de juego, el que se deleita en satisfacer el apetito pervertido, el ama-
dor de diversiones, los que frecuentan el teatro y el salón de baile,
no tienen en cuenta la eternidad. Toda la preocupación de su vida es:
¿Qué comeremos? ¿Qué beberemos? ¿Con qué nos vestiremos? No
se hallan en la procesión que avanza hacia el cielo. Son conducidos
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por el gran apóstata, y con él serán destruídos.
A menos que comprendamos la importancia de los momentos
que están pasando rápidamente a la eternidad, y nos preparemos
para subsistir en el gran día de Dios, seremos mayordomos infieles.
El centinela debe saber qué hora de la noche es. Todo está ahora
revestido de una solemnidad que deben comprender todos los que
creen la verdad para este tiempo. Deben actuar con referencia al
día de Dios. Los juicios de Dios están por caer sobre el mundo, y
necesitamos prepararnos para aquel gran día.
Nuestro tiempo es precioso. Nos quedan tan sólo muy pocos días
de gracia en los cuales prepararnos para la vida futura e inmortal. No
tenemos tiempo que gastar en movimientos desordenados. Debemos
temer la costumbre de leer superficialmente la Palabra de Dios.