Página 198 - Joyas de los Testimonios 3 (2004)

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Joyas de los Testimonios 3
en puerta han de proclamar sus siervos el mensaje de la salvación.
Las nuevas del perdón por Cristo han de ser comunicadas a toda
nación, tribu, lengua y pueblo.
Una promesa inmutable
El mensaje ha de darse, no en forma tímida y sin vida, sino con
expresión clara, decidida, conmovedora. Centenares están aguardan-
do la amonestación a escapar por su vida. El mundo necesita ver
en los cristianos la evidencia del poder del cristianismo. No sólo se
necesita a los mensajeros de la misericordia en unos pocos lugares,
sino en todas partes del mundo. De todo país proviene el clamor:
“Pasa ... y ayúdanos.” Ricos y pobres, humildes y encumbrados,
están pidiendo luz. Hombres y mujeres tienen hambre de la verdad
tal cual es en Jesús. Cuando oigan el Evangelio predicado con poder
de lo alto, sabrán que el banquete está preparado para ellos, y res-
ponderán a la invitación: “Venid, que ya está todo aparejado.”
Lucas
14:17
.
Las palabras: “Id por todo el mundo; predicad el evangelio a toda
criatura” (
Marcos 16:15
), se dirigen a todos los que siguen a Cristo.
Todos los que son ordenados a la vida de Cristo están ordenados
para trabajar por la salvación de sus semejantes. Ha de manifestarse
en ellos el mismo anhelo que él sintió en su alma por la salvación
de los perdidos. No todos pueden desempeñar el mismo cargo, pero
hay cabida y trabajo para todos. Todos aquellos a quienes han si-
do concedidas las bendiciones de Dios deben responder sirviendo
realmente; y han de emplear todo don para el progreso de su reino.
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Cristo hizo provisión completa para que continuara la obra con-
fiada a sus discípulos, y se encargó él mismo de la responsabilidad
de su éxito. Mientras ellos obedeciesen a su Palabra y trabajasen
en relación con él, no podían fracasar. Id a todas las naciones, les
ordenó. Id a los confines más lejanos del globo habitable, y sabed
que mi presencia estará allí. Trabajad con fe y confianza; porque
nunca llegará el momento en que yo os abandone.
A nosotros también se dirige la promesa de la presencia perma-
nente de Cristo. El transcurso del tiempo no ha cambiado la promesa
que hizo al partir. El está con nosotros hoy tan ciertamente como
estuvo con los discípulos, y estará con nosotros “hasta el fin.”