La obra en todo el mundo
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Al presentar la palabra de vida al espíritu de los samaritanos,
Cristo sembró muchas semillas de verdad y mostró a sus oyentes
cómo ellos también podían sembrar semillas de verdad en otros
espíritus. ¡Cuánto bien podría lograrse si todos los que conocen la
verdad trabajasen por los pecadores, por aquellos que tanto necesitan
conocer y comprender la verdad bíblica, y que responderían a ella en
forma tan voluntaria como los samaritanos respondieron a las pala-
bras de Cristo! ¡Cuán poco hacemos para participar de la simpatía de
Dios en el punto que debiera ser el más fuerte vínculo de unión entre
nosotros y él: la compasión por las almas depravadas, culpables y
dolientes, muertas en sus delitos y pecados! Si los hombres compar-
tiesen las simpatías de Cristo, sentirían constantemente tristeza en
su corazón por la condición de los muchos campos menesterosos,
tan destituídos de obreros.
Las grandes ciudades
En los campos extranjeros la obra debe llevarse adelante con
fervor e inteligencia, sin que se descuide en ningún sentido la obra
en los Estados Unidos. No pasemos por alto ni descuidemos los
campos que están a la misma sombra de nuestra puerta, como las
grandes ciudades de nuestra tierra. Estos campos son tan importantes
como cualquier campo extranjero.
El alentador mensaje de misericordia de Dios debe ser procla-
mado en las ciudades de América. Los hombres y las mujeres que
viven en estas ciudades se enfrascan cada vez más en sus relaciones
comerciales. Actúan desenfrenadamente en la creación de edificios
cuyas torres se elevan hacia los cielos. Su mente rebosa de planes
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y designios ambiciosos. Dios ordena a cada uno de sus siervos y
ministradores: “Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz
como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de
Jacob su pecado.”
Isaías 58:1
.
Demos gracias a Dios porque hay unos pocos obreros que hacen
todo lo posible para levantar algunos monumentos para Dios en
nuestras ciudades descuidadas. Recordemos que es nuestro deber
dar aliento a estos obreros. Dios siente desagrado por la falta de
aprecio y apoyo que sus hijos dan en esta tierra a los fieles obreros
que trabajan en las grandes ciudades. La obra que debe hacerse en